Nunca es demasiado tarde
“Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo: ‘Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros’. Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo: ‘¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo’ ” (Lucas 23:39-41).
¿Cuántas decisiones equivocadas necesita tomar una persona para perderse? ¿Y cuántas decisiones acertadas, para salvarse? La historia del ladrón arrepentido nos ayuda a responder.
Según El Deseado de todas las gentes, este hombre “había visto y oído a Jesús y se había convencido por causa de su enseñanza, pero había sido desviado de él por los sacerdotes y príncipes. Procurando ahogar su convicción, se había hundido más y más en el pecado, hasta que fue arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir en la cruz” (p. 697).
No sabemos exactamente qué crímenes cometió, pero es razonable pensar que su incursión en el bajo mundo fue gradual. Así suele suceder. Al final, “el largo brazo de la justicia” lo había alcanzado, y ahora pagaba justamente por sus malas decisiones.
Sin embargo, no imaginaba que no todo estaba perdido para él. No imaginaba que sería crucificado al lado de Aquel que, con sus palabras, había tocado una vez su corazón. Menos imaginaba que esas impresiones no habían muerto. Solo habían sido acalladas.
Cuando el otro malhechor insulta a Jesús, él lo defiende.
–¿No temes tú a Dios? –le pregunta.
¡Un convicto criminal apelando al temor de Dios! Pero él aún no ha terminado.
–Tú y yo merecemos este castigo –añade–, ¡pero él es inocente!
¿Quién puede hablar de Jesús en esos términos a menos que el Espíritu Santo esté obrando en su corazón?
–Y dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”.
¡Qué interesante! Mientras otros se burlaban de Jesús, ¡él lo llamó “Rey”!
¿Cuántas malas decisiones tomó el ladrón arrepentido durante su vida? Seguramente muchas. ¿Cuántas decisiones acertadas? Al menos una. ¡Pero qué clase de decisión!
No importa cuán lleno de errores esté tu pasado, hay una decisión que todavía puedes tomar: la de aceptar a Jesús como tu Rey y Salvador. ¡Nunca es demasiado tarde para abrirle la puerta de tu corazón!
Bendito Jesús, no quiero esperar hasta el último minuto de mi vida para buscarte. En este instante te acepto como mi Rey y Salvador.