Zona de guerra
“Aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia y ayuden a los oprimidos. Defiendan la causa de los huérfanos y luchen por los derechos de las viudas” (Isa. 1:17, NTV).
Cassandra Lee es una mujer inspiradora. Tuve el privilegio de entrevistarla unos meses atrás y aprender lo que la motivó a fundar “Justice Rising” (Justicia naciente), una organización de caridad que dirige con su marido. Cuando Cassandra tenía solo diez años, sintió el llamado de Dios para ser una misionera. Mientras oraba, Dios le dijo que la enviaría a Zaire (el antiguo nombre de la República Democrática del Congo). La República del Congo, sin embargo, había sido destrozada por años de guerra y no era un lugar seguro para una niña de diez años. Pero, cuando Cassandra cumplió 17 años, Dios repitió su mensaje y la llamó a servir en medio de las zonas de guerra. Meses después, Cassandra viajó a África por primera vez y comenzó a aprender acerca de los desafíos de los niños que viven en estas áreas. Con el tiempo, Dios la inspiró a fundar “Justice Rising”, para plantar escuelas en zonas de guerra e interrumpir los círculos viciosos de pobreza y exclusión.
Algunos de los alumnos de estas escuelas son niños soldados que lograron escapar de la milicia. Cassandra me contó la historia de uno de ellos, un muchacho llamado Ombeni. Con la ayuda de las Naciones Unidas, Ombeni escapó de la milicia y comenzó a tomar clases en una de las escuelas de “Justice Rising”. Sin embargo, un día, Ombeni se enteró de que alguien había violado y asesinado a su hermana menor, en la aldea rural donde su familia vivía. Al enterarse de esto, Ombeni pensó en volver a la aldea para hacer justicia con sus propias manos. Como niño soldado, él había matado antes y sabía cómo hacerlo sin ser descubierto. Sin embargo, con el apoyo psicológico del equipo de Cassandra, Ombeni se dio cuenta de que él ya no era esa persona y encontró el coraje para perdonar. Cassandra me dijo que uno de los privilegios más grandes de su trabajo es ver transformaciones como esta; es el tener la oportunidad de rescatar a estos niños.
Sin importar dónde te encuentres, Dios te ha dado una misión. Aunque no lo notemos, estamos continuamente rescatando cautivos de una zona de guerra. Vivimos en medio de la batalla entre el bien y el mal. Y si se lo pedimos, Dios nos dará una porción de su herencia, una oportunidad para brindar esperanza y para rescatar vidas.
Señor, ¡úsame poderosamente para tu gloria! Hoy reclamo mi herencia espiritual, mi campo misionero, para servirte con cada acción y con cada palabra.
Gracias por las matutinas. Son de ayuda constante para mi vidas. Y ayudar a rescatar más vidas.
Q inspirador y maravilloso testimonio.
Amén
Deseo ser parte de una misión, soy nueva en esta ciudad. Las iglesias locales no tienen actividad misionera. Vivo en Sucre Bolivia. Si alguien puede contactarse conmigo para trabajar en una misión, estaré muy agradecida.