Fijar la mirada en Dios
«Señor, Señor, mis ojos están puestos en ti. En ti busco protección: no me abandones». Salmo 141: 8
La mitología griega cuenta la historia de Narciso, un joven extremadamente apuesto y esbelto que despreció el amor de las mujeres insistentemente, especialmente de las ninfas, rechazándolas de manera muy cruel. Una de esas ninfas, que había intentado ganar su amor sin lograrlo, le suplicó a la diosa Hera que Narciso sintiera algún día lo que era amar sin ser correspondido y la diosa respondió favorablemente a su súplica. Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina. Tan clara y mansa era la fuente que parecía un espejo.
Un día, Narciso se acercó a beber y, al ver su propia imagen reflejada, pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese rostro perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos, y se enamoró perdidamente de esa imagen. Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba separase, sino que por el contrario, deseó besar y abrazar con todas sus fuerzas esa imagen que veía. Se había enamorado de sí mismo.
Desesperado, Narciso comenzó a hablarle. «¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras. No comprendo. Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte».
Mientras hablaba, una lágrima cayó de sus ojos. La imagen reflejada se nubló, y Narciso suplicó: «Te ruego que te quedes junto a mí. Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple. Narciso continuó prendado de sí mismo, ni comía, ni bebía por no apartarse de la imagen que lo enamoraba hasta que terminó consumiéndose y murió». Desde entonces, se usan las expresiones «narcisismo» y «narcisista» para referirnos a personas que exhiben un sentido desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los demás.
Lamentablemente, muchos psicólogos han definido la sociedad moderna como narcisista y egocéntrica, como lo demuestra el auge de las selfies y la atención excesiva que queremos recibir en las redes. Sin embargo, no importa cuán atractiva sea la idea de concentrarnos en nosotros mismos, solo poniendo la mirada en Jesús podremos vivir a plenitud.
Hoy, el mensaje de @Dios para ti es: «¡Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro!» (Isaías 45: 22, RV95).