Voto de lealtad (a la bandera de Estados Unidos)
“Escojamos para nosotros lo que es justo; conozcamos entre nosotros lo que es bueno” (Job 34:4, LBLA)
Yo prometo lealtad a la bandera de los Estados Unidos de América y a la República que representa: una Nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”
Se cree que el Juramento de Lealtad [The Pledge of Allegiance] fue escrito en 1892 por Francis Bellamy, un ministro bautista. Bellamy integraba la comisión de supervisores escolares de la Asociación Nacional de Educación y preparó un programa para el Día de la Raza de ese año, con el objetivo de celebrar el 400º aniversario del descubrimiento de las Américas. En el programa incluyó una ceremonia de izado de bandera y un saludo a la bandera: el Juramento de Lealtad.
El 28 de diciembre de 1945, el Congreso de los Estados Unidos reconoció oficialmente el juramento de Bellamy, tras años de retoques en la redacción de frases aquí y allá. En 1954, cuando se añadieron las palabras “bajo Dios”, el voto de fidelidad se convirtió tanto en un juramento patriótico como en una oración pública.
En sus comienzos, Estados Unidos fue una nación muy bendecida, y lo sigue siendo hoy. Es un país rico y fue cuna de muchos inventos. Ofrece a sus ciudadanos la posibilidad de acceder a un buen nivel de vida y a desarrollarse individualmente; además, les garantiza libertad individual para tomar decisiones y expresar sus ideas.
Este país ha enviado más misioneros al extranjero y más dinero para ayudar en caso de catástrofes que cualquier otra nación. Todas estas son razones por las cuales mucha gente de todo el país, así como extranjeros nacionalizados, llevas tantos años prometiendo su lealtad a los Estados Unidos de América.
A algunos estadounidenses les gustaría que se eliminara el Juramento de Lealtad porque menciona el nombre de Dios, y consideran que esto es ofensivo para quienes no creen en Dios. Este comentario, y otros similares que podamos escuchar en el país donde vivamos, es para nosotros una oportunidad de defender el nombre de Dios y asegurar nuestra fidelidad a él.
¿Por qué no habríamos de querer hacer un voto de lealtad a Jesús, si él lo dio todo por nosotros, y su amor y fidelidad nunca flaquean? Digamos, como Josué: “Nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios” (Jos. 24:18, RVR 95).