Un tsunami récord
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra searemovida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas”(Salmo 46:1-3, RVR 95).
¿Qué pensarías si un día estuvieras en la playa y, de repente, vieras que el lecho marino se seca mientras las olas se adentran en el mar a lo largo de miles de metros o, tal vez, incluso de kilómetros? ¿Te asustarías? Eso es lo que le ocurrió el 26 de diciembre de 2004 a Tilly Smith, una chica británica que estaba de vacaciones en Tailandia con su familia. Recordó una discusión que habían tenido en clase sobre los tsunamis y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Llamó rápido a sus padres, y les advirtió que una gigantesca pared de agua de mar pronto se estrellaría en la playa, destruyendo todo a su paso.
Y eso es exactamente lo que ocurrió. Pero, gracias a la rapidez mental de Tilly, ella y sus padres lograron ponerse a salvo, junto con otras cien personas que estaban en esa playa. El tsunami fue el resultado de un terrible terremoto (9,3 en la escala Richter), el segundo mayor de la historia. Se calcula que mató a unas 230.000 personas desde Somalia, en la costa oriental de África, hasta Sumatra, en el sudeste asiático; y que dejó a más de un millón de personas sin hogar. Trágicamente, más de dos tercios de las víctimas fueron mujeres y niños.
La mayoría de los terremotos duran solo unos segundos, pero este duró casi diez minutos, desencadenando más terremotos en lugares tan lejanos como Alaska. De hecho, los geólogos dijeron que, probablemente, toda la superficie del planeta se movió al menos unos centímetros. El terremoto hizo que el lecho marino bajo el Océano Índico se elevara casi tres metros, forzando 29 kilómetros cúbicos de agua a subir repentinamente. Esto creó una ola creciente de tsunami, de hasta 30 metros de alto, que se estrelló contra las costas de Somalia, Indonesia, Sumatra, Sri Lanka, Tailandia y el sur de la India. Los terremotos en aguas profundas tienen menos efecto en el movimiento de las aguas oceánicas pero, cerca de las costas, las plataformas continentales no pueden absorber las enormes cantidades de agua que se desplazan repentinamente tras el desastre. Personas de todo el mundo enviaron ayuda a los países afectados y devastados por el tsunami.
Aun así, pasarán décadas antes de que las economías de la región se recuperen de los miles de millones de dólares en daños.
Dios nos invita a confiar en él en tiempos de desastres naturales. Puede que el océano esté enloquecido y que las montañas que nos rodean se muevan de su sitio, pero él sigue siendo nuestro refugio y ayuda.