El miedo de Agar
Dios oyó los gritos del niño, y llamó a Agar desde el cielo y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, ya escuché los gritos del niño». Génesis 21:17, TLA.
La segunda persona a quien Dios le dice “No tengas miedo» es una madre sola, extranjera, abandonada y desempleada. ¡Cuántas mujeres en este mundo encajan con esta descripción!
Agar y su hijo fueron despedidos de su hogar, su empleo, su círculo familiar, social y religioso. Este dolor, separación y abandono pudieron haberse evitado si Abraham hubiese consultado a Dios. Muchas de las angustias, separaciones y carencias que hoy sufrimos son consecuencias de decisiones obstinadas del pasado.
Dios no abandonó a Agar; escuchó el llanto de su hijo: “La palabra hebrea aquí traducida ‘voz’ puede significar palabras audibles o inarticuladas, pronunciadas en oración o con desesperación, o quizá tan solo se refiera a sus gemidos y respiración jadeante… Cualquiera sea el significado aquí asignado al término, lo importante es que Dios oyó y envió a su ángel con palabras de ánimo para Agar y un remedio para el dolor del muchacho» (1CBA. p. 358).
Dios no escucha solamente el clamor de los obedientes. Cada individuo tiene un valor incalculable a su vista. No solo escucha las oraciones audibles sino los gritos desgarradores del corazón angustiado. Además de proveerle agua a Agar. le hace una promesa (vers. 18). Ni aun el deseo de nuestro corazón se esconde del oído divino.
Hay una promesa también para ti. Dios oye tu clamor y el de tus hijos. Aunque Dios conoce tu pasado, presente y futuro, le agrada escucharte. ¿Qué tienes hoy? Cuéntaselo a Dios. A él no le importa cuántas veces hayas caído. Levántate y cuéntale tus miedos, ansiedades y dudas. Dios quiere oír tu versión, para luego decirte: Yo estoy contigo.
Dios nunca está demasiado ocupado. Aquello que te angustia a ti también le preocupa a Dios. Cuando cruzas algún “desierto», ya sea el desierto de la enfermedad, del desempleo, de la soltería, del luto por alguna separación o pérdida, que seas inmigrante, que la misma iglesia te dé la espalda, Dios sigue allí, listo para oír y atender tus súplicas.
Aun si eres responsable del sufrimiento que vives, Dios te escucha, te consuela, te fortalece y te muestra una fuente nueva de agua viva; que puede estar cerca, como en el caso de Agar, pero que el dolor y las lágrimas no te han permitido percibir.
Amén, gracias a Dios que siembre esta allí, para socorrernos