“Él oirá mi voz”
“En la tarde, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Salmo 55:17).
Son muchos los momentos inspiradores de la vida de Louis Zamperini, el atleta y soldado estadounidense que logró sobrevivir cuarenta y siete días en una balsa en el Océano Pacífico. De acuerdo con Zamperini, no hay nada más indispensable para la supervivencia de un náufrago que tomar agua. No obstante, en uno de los momentos más acuciantes de su travesía, llevaba ya siete días sin haber podido probar una gota del inapreciable líquido. Cuando suponía que las nubes traerían agua, estas “parecían saber que estábamos allí y nos evitaban”, dice Zamperini. Muchas veces él y sus compañeros remaban desesperadamente tras alguna nube, para al final quedar vencidos por el cansancio y con mucha más sed.
Ese séptimo día, cuando la sombra fatídica de la muerte extendía sus brazos sobre ellos, no tuvieron más alternativa que recurrir a la oración. Hasta ese momento, Zamperini había sido un cristiano nominal, de apariencia, pero no de corazón. Sin embargo, ese día hizo un pacto con Dios y le dijo: “Responde mis oraciones, y te prometo que si salgo vivo de todo esto y llego a mi casa, te serviré el resto de mi vida”. No había pasado ni una hora cuando una gran cantidad de lluvia cayó sobre ellos. “Con el primer trago me sentí el hombre más rico del mundo”, escribió Zamperini.¹⁴
La experiencia de Zamperini nos recuerda esta maravillosa promesa: “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3). La palabra hebrea traducida como “clama”, conlleva la idea de gritar, vociferar, dar voces, solicitar ayuda. No es un ruego silente, es el grito desesperado de alguien que necesita urgentemente una mano ayudadora. Así oró Zamperini, y así debemos orar nosotros. Orar como si la vida misma dependiera de ello (y en verdad, depende de ello).
Mientras estaba escribiendo esta reflexión, recibí un mensaje en mi teléfono pidiendo mi oración por un joven que batallaba contra la COVID-19 y que no encontraba cama en ningún hospital.
Quizá conocemos a alguna persona a la que le han diagnosticado una enfermedad terminal; a un padre desesperado por el camino que han tomado sus hijos; a alguien que necesita que clamemos por cualquier motivo. Hoy tenemos la oportunidad de orar y clamar a Dios, y él oirá nuestra voz.
14 Louis Zamperini y David Rensin, Devil at My Heels (Nueva York: Harper Collins, 2004), pp. 98, 99.
Un maravilloso tema sobre la oración, esto me motiva a depender de Dios en cada momento de mi vida- agradezco y que Dios bendiga este ministerio