“No haré contigo como tú hiciste”
“Yo no haré contigo como tú hiciste, que menospreciaste el juramento para invalidar el pacto. Antes bien, yo tendré memoria de mi pacto que concerté contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto eterno” (Ezequiel 16:59, 60).
Si hay un capítulo desconcertante en la Biblia, ese es Ezequiel 16, el más largo de dicho libro. Mediante una bien elaborada alegoría, repleta de frases poéticas y de figuras del lenguaje, el Señor expresó su desencanto por la infidelidad de su pueblo. Lo primero que se le pide al profeta es que dé “a conocer a Jerusalén sus abominaciones” (vers. 2), una palabra que se repetirá once veces en el capítulo, y que alude a acciones despreciables, que causan horror y asco. El vocablo hebreo to‘evá se refiere a lo “que es repugnante y aborrecible”.¹⁸
Luego, a lo largo del texto, Dios irá revelando todo lo que considera abominación: fabricar imágenes y fornicar con ellas (vers. 17); sacrificar sus hijos a dioses paganos (vers. 21); incluso ante la inmensa cantidad de fornicaciones con las naciones y dioses extranjeros, el Señor llamó “prostituta” a la nación escogida (vers. 35). Sin embargo, a pesar de sacar a relucir todos los pecados de Jerusalén, el Señor concluye el capítulo con estas palabras: “Yo no haré contigo como tú hiciste, que menospreciaste el juramento para invalidar el pacto” (vers. 59).
Ezequiel aquí nos confronta con el misterio de la fidelidad divina ante la infame infidelidad humana. Mientras nosotros nos alejamos de Dios, él no se aleja de nosotros. Él no es como nosotros, él no nos abandona cuando lo abandonamos. Nosotros violamos el pacto, pero él se mantiene fiel al pacto. Él no hace con nosotros lo que nosotros hacemos con él. A pesar de nuestra maldad, él sigue buscando la manera de hacernos saber que nos perdona.
Una de mis citas favoritas de Elena de White, que me parece que resume adecuadamente el mensaje de Ezequiel 16, dice: “A menudo tenemos que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y equivocaciones; pero no debemos desanimarnos.
Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos desechados ni abandonados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e intercede por nosotros” (Promesas de los últimos días, p. 123). Nosotros nos hemos alejado de Dios, pero él sigue estando a nuestro lado.
18 James A. Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament), (Oak Harbor, Washington: Logos Research Systems, Inc., 1997).