La falta de temor del faraón
En cuanto a ti y a tus siervos, sé que aún no temen al Señor Dios. Éxodo 9:30, NBLA.
El faraón se había mantenido inamovible en su propósito de no dejar ir a los israelitas de Egipto; ahora esta plaga del granizo era la primera que había destruido personas, además de las cosechas de lino y de cebada. Algunos de los egipcios habían atendido a la palabra de Jehová y habían salvado su ganado y sus siervos reuniéndolos en establos y casas. El faraón prometía dejar ir a los hebreos, pero luego de que cada plaga se retiraba de su tierra, rompía su promesa. Por lo tanto, Moisés se atrevió a expresar su desconfianza respecto al arrepentimiento del rey. El temor del rey era pasajero y basado solamente en evitar el castigo, pero no había un genuino pesar por el pecado.
La Biblia habla de dos temores. El temor a Dios resulta de apreciar su sublime majestad y poder. Este temor lleva a la obediencia, el respeto y la reverencia, y es una forma de alabanza. El otro temor es el que sienten aun los demonios; tal como dice Santiago 2:19: “También los demonios creen, y tiemblan”. Este tipo de temor es en realidad miedo a las consecuencias, y va acompañado de la duda. Este es el temor que indujo al faraón a hacer falsas promesas y a un pecado cada vez mayor (ver 1CBA, p. 551).
Es importante que no solo aprendamos la diferencia entre ambos temores, sino que escojamos el temor reverente que honra a Dios. Algunos seguirán dudando de Dios y su Palabra a pesar de las señales. Por más manifestaciones de la justicia divina que reciban, seguirán sin respetar a Dios. Otros jamás obedecerán. Pero la respuesta de ellos no debe condicionar la nuestra. Es nuestro deber, como el de Moisés, extender nuestras manos al cielo en intercesión (Éxo. 9:29), en favor de nuestros hijos, cónyuge, compañeros de trabajo, vecinos, amigos, o aun de quienes nos consideren sus enemigos. Dios nos puso en el camino de ellos, como a Moisés en la vida del faraón, para hacerles saber que Jehová es Dios, el único digno de ser alabado, temido y obedecido.
Amiga, ¿por quién podrías interceder en este día? ¿Quién, a pesar de tus ruegos, no ha aceptado el poder transformador de Dios? Pídele a Dios que te dé la oportunidad de hablarle de su amor una vez más y de advertirle de las pruebas que vendrán a los que finalmente no se rinden a Jesús, nuestro Redentor.