“Tenemos una casa eterna en el cielo”
“Tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas” (2 Corintios 5:1, NVI).
Cuenta Anthony de Mello que, en cierta ocasión, un hombre irrumpió en el palacio y llegó directamente a la sala del trono del rey Ibrahim ben Adam. Atónito por tan inesperada visita, el rey le preguntó:
–¿Qué quieres?
El hombre contestó:
–Quiero un lugar para dormir en este refugio de caravanas.
–Te equivocas –le dijo el rey–. Esto no es un refugio de caravanas, es mi palacio.
–Te haré una pregunta: ¿Quién ocupó este palacio antes que tú?
–Mi padre.
–¿Y antes de tu padre?
–Pues lo ocupó mi abuelo.
–Y un lugar como este, donde la gente vive por un tiempo y luego se marcha, ¿no es un refugio de caravanas?
Entonces de Mello concluye con esta frase: “¡Todos estamos en la sala de espera!”²⁷
Aunque nos parezca increíble, lo cierto es que estamos de paso en este mundo. En realidad, estamos aquí para definir dónde pasaremos el resto de la eternidad. En un acto de completa irracionalidad, muchos hemos dado por sentado que esta tierra es nuestra morada perpetua, y todos nuestros planes y sueños están basados en lo que pasa de este lado del universo. Y cuando nuestra morada terrenal llegue a su fin, ¿qué planes hemos hecho de cara a lo que vendrá después?
Tras mencionar a los grandes héroes de la fe, hombres y mujeres maravillosos, la Palabra de Dios afirma que ellos se reconocieron “como extranjeros de paso por este mundo” (Heb. 11:13, DHH). No solo eso, sino que tenían su esperanza en llegar a la “ciudad […] cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb. 11:10). Sabían que pasar por este planeta sería una experiencia transitoria.
El Señor sabe que nuestra experiencia terrena tiene fecha de caducidad, por eso dijo: “Voy a prepararles un lugar” (Juan 14:2, NVI). ¿Dónde está ese lugar? “Sabemos que, si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas” (2 Cor. 5:1, NVI). Me reconforta que el texto dice “tenemos”; ya es nuestra, y pronto viviremos en esa “casa eterna”.
27 Anthony de Mello, La oración de la rana 2 (Santander: Editorial Sal Terrae, 1988), p. 78.
Me encanta el matutino
Amén, debemos hacer planes para llegar a nuestro hogar y hacer preparativos para alcanzar nuestra meta, volver a nuestro hogar celestial