La Promesa
“Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón” (Génesis 3:15).
¿Cómo tratas con las promesas que te hacen? ¿Estás ansioso porque se cumplan pronto o no te importa? En general, las respuestas a estas preguntas dependen de quién hizo la promesa. Si se trata de un padre cariñoso y amoroso que promete un regalo de cumpleaños (como una bicicleta o un viaje de ensueño), es probable que su hijo vaya contando los días y las horas hasta que llegue el momento de que el padre cumpla lo que ha prometido.
La primera promesa del mundo la hizo el Padre. Sus hijos, Adán y Eva, habían desobedecido y creado serios problemas para ellos y para su descendencia (tú y yo somos parte de este grupo, ¿sabes?). Habían prestado oídos a la voz mentirosa de la serpiente y, como resultado, se volvieron mortales y perdieron el derecho a vivir en el jardín que Dios había creado especialmente para ellos.
La situación era terrible y desesperada, hasta que una hermosa promesa interrumpió el desarrollo de la historia y llenó la vida de la primera pareja con una expectativa positiva: tendrían un descendiente (Jesús) que aplastaría la cabeza de la serpiente (cuando muriera en una cruz), y así les devolvería el derecho a vivir para siempre y regresar a casa (Gén. 3:15).
¿Puedes imaginar el nivel de esperanza que se apoderó de su corazón? Como siempre, Dios cumplió su promesa, al enviar a su Hijo a pagar el precio de nuestra redención. La primera promesa del mundo también se te hizo a ti. Recibe hoy su plenitud, y vive este día en la presencia de Dios.