Salvar y salvarme
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén” (Romanos 16:24).
El apóstol Pablo termina su carta a los Romanos saludando personalmente a los hermanos y aconsejándoles evitar toda cosa y persona que cause ofensas y divisiones. En la conclusión, es portador de saludos de otros compañeros de la misión, y concluye con alabanzas y gratitud a Dios.
Pablo fue un gran teólogo, un gran dirigente y un gran pastor, pero desde el comienzo del libro se ha presentado como siervo y esclavo del Señor. Por eso, reconoce y agradece la ayuda que ha recibido de tantos hermanos.
El apóstol llama a Priscila y Aquila “mis colaboradores”, que arriesgaron su vida por él; llama a Epíteto “querido”; y a Andrónico y Júnias, “compañeros” y “notables”. Urbano es llamado “cooperador”. Estaquis, “mi amado”. Además, Pablo reconoce que Trifena y Trifosa “trabajaban en el Señor”.
En enero del 2012, tres edificios en Río de Janeiro se derrumbaron. Un periodista entrevistó al bombero Pinho, después de que rescatara a Marcelo de debajo de los escombros y le salvara la vida. Todos corrieron alejándose del lugar de peligro, pero el bombero fue hacia el peligro. “¿Cuál es la pasión que te moviliza?”, le preguntó el reportero. Él respondió: “Siempre que corro en dirección de la tragedia, una sola idea moviliza mi vida; esa es mi pasión: salvar y salvarme”.
Cuántos, como Marcelo, están al borde de la muerte, debajo de los escombros de este mundo de pecado, y necesitan imperiosamente acciones decididas, llenas de valentía, sentido de urgencia y prioritarias para ser rescatados. Como el bombero, tenemos que vivir para salvar y salvarnos; esta debe ser nuestra pasión y el movilizador de nuestra existencia.
Salvar a otros y salvarnos a nosotros mismos son acciones que están íntimamente relacionadas, son aspectos de una misma experiencia. Nadie puede disfrutar egoístamente de la salvación sin asumir un compromiso de salvar a otros. De gracia recibimos, de gracia compartimos.
“Nada tienes que hacer como no sea salvar almas. Por consiguiente, gasta lo tuyo y gástate a ti mismo en esta labor”, expresó Juan Wesley. En tanto, Elena de White nos pregunta: “¿Cómo cumplimos nuestra misión? Los representantes de Cristo estarán en diaria comunión con él. Sus palabras serán escogidas; su hablar, sazonado con gracia; su corazón, lleno de amor; y sus esfuerzos, sinceros, fervientes y perseverantes para salvar a las almas por las cuales Cristo murió” (Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 82).