Enfrentando gigantes y murallas
Pero el Señor me dijo: “No le tengan miedo, porque se lo he entregado a ustedes, con todo su ejército y su territorio. Hagan con él lo que hicieron con Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Hesbón”. Deuteronomio 3:2, NVI.
Los israelitas continuaron su viaje, y de nuevo su fe fue probada. Enfrentarían al reino de Basán, un poderoso dominio lleno de casas fortificadas, edificios inexpugnables y habitantes descendientes de gigantes. Og, el rey del país, se destacaba por su tamaño y proezas en medio de los guerreros de más elevada estatura de su país.
¿Por qué permitió Dios que su pueblo enfrentase tantas pruebas? Tal vez no aprendían con éxito las lecciones que deseaba enseñarles. Cuarenta años atrás habían enfrentado el mismo desafío. El informe de los espías anunciaba que las ciudades eran amuralladas, inmensas y pobladas de gigantes. No podían cometer el mismo fatal error de sus padres: desconfiar del poder de Dios. En la primera ocasión, las dificultades habían sido menores. Ahora Dios les ordena avanzar y encarar a enemigos peligrosos, preparados y alertados. Las dificultades habían aumentado a medida que habían desconfiado de Dios.
Si no aprendemos una lección, a menudo somos llevados a la misma circunstancia o a una más difícil que la anterior, hasta que asimilamos la instrucción y superamos la prueba. ¿Qué “ciudades amuralladas” estás enfrentando hoy? ¿Con qué “gigantes” tienes que pelear? Avanza en el nombre del Señor, y deja lo demás a Dios: la victoria sobre tus enemigos.
El poderoso Dios de Israel es nuestro Dios. En él podemos confiar, y si obedecemos sus requerimientos, obrará por nosotros tan señaladamente como lo hizo por su antiguo pueblo. Todo el que procure seguir la senda del deber se verá a veces asaltado por la duda y la incredulidad. El camino estará a veces tan obstruido por obstáculos aparentemente insuperables, que ello podrá descorazonar a los que cedan al desaliento; pero Dios les dice: “Sigan adelante. Cumplan su deber cueste lo que costare. Las dificultades de aspecto tan formidable, que llenan el alma de espanto, se desvanecerán a medida que, confiando humildemente en Dios, ustedes avancen por el sendero de la obediencia” (PP, p. 466).
Enumera tus “murallas” y “gigantes” en este día, y pide a Dios valor para vencerlos.