El cojo de la estación
“Así dice el Señor Todopoderoso: Juzguen con verdadera justicia; muestren amor y compasión los unos por los otros” (Zac. 7:9, NVI).
En un boletín leí una historia que nos enseña acerca del valor de la cortesía y el buen trato hacia los demás.
Un día, un tren estaba a punto de partir de una estación ferroviaria. Cerca de la plataforma había un hombre vestido con ropa informal. Se notaba que era discapacitado y su apariencia no mostraba que tuviese riquezas o influencia.
–¡Todos a bordo, cojo!” –gritó el conductor–. ¡Súbete!
El hombre no respondió. Simplemente entró y tomó asiento. Unos momentos después el conductor volvió y le ladró:
–Tu boleto, rápido.
–Yo no pago –contestó el hombre, sin inmutarse.
–Ja, eso ya lo veremos –espetó el conductor y avanzó por el pasillo para juntar el resto de los boletos–. En la próxima estación te haré bajar.
Un pasajero lo interrumpió y, en voz baja, le preguntó:
–¿Sabe con quién estaba hablando recién?
–No, ¿con quién?
–Con el presidente de esta compañía.
El hombre no pudo menos que ruborizarse y reconocer que estaba en graves problemas. Al terminar su recorrido, se acercó a su agraviado pasajero. Le entregó su cuaderno y los boletos y dijo:
–Señor, renuncio a mi cargo. Lo merezco.
Para su sorpresa, el hombre le dijo amablemente:
–Siéntate, joven. Has sido muy insolente, es cierto. Tratar a los pasajeros de esa forma daña gravemente la reputación de la compañía. Recuerda que no puedes juzgar a alguien por la ropa que usa. Hasta el más pobre de los pasajeros merece un trato cortés. Si cambias tu proceder, no le contaré a nadie sobre esto y mantendrás tu puesto.
Elena de White en El colportor evangélico dice: “El Señor Jesús nos pide que reconozcamos los derechos de cada ser humano. Hemos de considerar los derechos sociales de los hombres y sus derechos como cristianos. A todos debemos tratar con cortesía y delicadeza, como hijos e hijas de Dios. […] Cristo fue cortés aun con sus perseguidores; y sus discípulos verdaderos manifestarán el mismo espíritu. […] El evangelio no fomenta la cortesía formalista, tan corriente en el mundo, sino la cortesía que brota de la verdadera bondad del corazón” (pp. 197).
Ojalá hoy y siempre seamos corteses con todos.