Entrar en Cristo
Pero estableceré mi pacto contigo, y tú entrarás en el arca, con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. Génesis 6:18.
Debido al calentamiento global, cada día vemos nuevos fenómenos naturales y las catástrofes se multiplican de formas no registradas en el pasado. Una de las mayores preocupaciones de los científicos es la de predecir cuándo y cómo se va a producir un tornado, un terremoto o una sequía, para prepararnos. Hasta ahora los resultados han sido infructuosos.
Noé pasó 120 años advirtiendo de una catástrofe colosal que iba a incluir, entre otras cosas, inundaciones, terremotos, volcanes y glaciaciones. Ciento veinte años predicando a hombres y mujeres violentos en extremo, padeciendo burlas y marginación. Ciento veinte años construyendo un arca que sería el hazmerreír de la gente que lo rodeaba. Ciento veinte años creando espacios de salvación que apenas ocuparon ocho personas. Es comprensible que, con tanto espacio ocioso, el Señor decidiera llenar el arca con multitud de animales.
Llegó el día señalado y Dios solo pudo hacer una alianza con Noé, sus hijos, la esposa de Noé y las esposas de sus hijos. Una familia, solo una familia. Nuestra familia, puesto que todos descendemos de ellos. Con aquellas personas comenzaría de nuevo la historia de este mundo, porque lo anterior no merecía la pena ser recordado. Fueron semanas de temor, de incertidumbre entre el maremágnum de agua y lodo, entre la lluvia y los vapores, entre el trueno y el mortal silencio. Pero “Dios se acordó de Noé” y envió un viento para que las aguas descendieran. Y es que a Dios no hay que recordarle sus promesas, las mantiene en su memoria y las cumple.
No vivimos tiempos muy diferentes de los de Noé. Llevamos más de 120 años diciendo que este mundo se acaba, y parece que las catástrofes naturales y sociales empiezan a darnos la razón. Se nos vuelve a pedir que entremos en el espacio de la salvación. Antes se llamó arca, ahora se llama “en Cristo”. Dios anhela hacer un pacto con nosotros, solo tenemos que construir una relación con Jesús. Un espacio lo suficientemente atractivo y flexible para que quepa nuestra familia, nuestros amigos, nuestros conocidos y desconocidos. No tenemos que recorrer una distancia larga porque “en Cristo” se encuentra a un paso de nuestro corazón. Tampoco tenemos que tener ciertas condiciones de origen, estado o género, porque “en Cristo” la ciudadanía es universal y sin costo alguno.
Cuando llegue la tormenta, “en Cristo” hallarás protección porque no hay sitio más seguro en el mundo.