Las piedras hablaban
Esto sucedió para que todas las naciones de la tierra supieran que el Señor es poderoso, y para que ustedes aprendieran a temerlo para siempre. Josué 4:24, NVI.
Dios instruyó a Josué a que escogiera doce hombres, uno por cada tribu, para erigir un monumento conmemorativo del cruce del río como recordativo que pasaría de generación en generación del poder de Dios y su cuidado por sus hijos fieles.
Se registran dos monumentos. El primero se erigió en el medio del río. Un montón de piedras apiladas de tal forma que la parte superior pudiera ser vista cuando el cauce del río estuviese bajo, vista por completo cuando el río llevara agua clara. Se escuchaba el ruido de las aguas pasando a través de las piedras, para ser evitado por los barqueros cuando viajaban por el río, y para intrigar a los habitantes del país y extranjeros e inducirlos a preguntar el porqué de esas piedras atravesadas justo en medio del cauce. Algunos contarían la historia del poderoso cuidado de Dios, añadirían que allí los sacerdotes se detuvieron con el arca mientras la multitud atravesaba al otro lado a salvo y en seco, quizá visitarían el lugar para ver el monumento.
Otro monumento fue erigido en Gilgal, lugar donde acamparon al cruzar el tempestuoso río. Fue una señal duplicada, como recordativo de la feliz terminación del peregrinaje por el desierto. Nadie pudo obstaculizar la victoria de Dios. Siempre recordarían y agradecerían el cuidado divino, y respetarían su nombre. Aquel monumento debía ser un libro abierto para las generaciones futuras. Las piedras servirían de estímulo para que los hijos preguntaran, y una oportunidad para los padres de explicar las maravillas de Dios, el respeto y la obediencia a sus preceptos. Si los israelitas fallaran en su cometido, las piedras hablarían del pasado victorioso. Se necesitan madres y padres que hagan lo mismo hoy. Es el deseo de Dios que las familias desarrollen tradiciones, días o lugares especiales que ayuden a los hijos a recordar la obra de Dios en sus vidas.
Cuéntales a tus hijos lo que Dios ha hecho en tu vida, cómo ha respondido tus oraciones y cómo ha suplido tus necesidades. Una ayuda visual perpetúa la protección divina del pasado, y motiva a enfrentar el presente con coraje y el futuro sin miedo. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (EUD, p. 73).