“Yo les daré fuerzas”
“Yo les daré fuerzas, y avanzarán en mi nombre. Yo, el Señor, doy mi palabra” (Zacarías 10:12, DHH).
Uno de los argumentos básicos de la filosofía platónica es que la gente buena lo es en contra de su propia voluntad. Se portan bien, no porque quieren hacerlo, sino porque tienen miedo de pagar las consecuencias de su maldad. Para ilustrar su punto, Platón contó la leyenda de Giges, un pastor que trabajaba para el rey de Lidia.
Tras un fuerte terremoto, se abrió una grieta en el terreno, Giges descendió por la grieta y se encontró con un inmenso caballo de bronce. Al mirar dentro del animal, vio un cadáver con un anillo de oro. Tomó el anillo y salió del lugar. Tiempo después, cuando los pastores estaban rindiendo cuentas al rey, Giges se puso el anillo, lo giró y se hizo invisible. Luego lo giró otra vez y se tornó visible. Al darse cuenta del poder que tenía el anillo, Giges sedujo a la esposa del rey, mató al monarca y se quedó con el reino. Platón concluye diciendo que ahí tenemos una “buena demostración de que nadie es justo voluntariamente, sino por fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es buena para él personalmente; puesto que, en cuanto uno cree que va a poder cometer una injusticia, la comete”.⁵⁴
Quizá alguno de nosotros podría acabar dándole la razón al filósofo griego. ¿Será que evitamos cometer actos pecaminosos simplemente porque tenemos miedo de enfrentar el castigo eterno? Si no existiera una retribución por nuestras malas acciones, ¿dedicaríamos nuestra vida a la maldad?
Los cambios en nuestra conducta no deberían basarse en el temor al juicio venidero. Tales cambios han de ser el resultado natural de la obra de Cristo en nosotros. Aunque somos incapaces de ser buenos de forma voluntaria, sí podemos pedirle a Dios que de su gloriosa riqueza nos dé “poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios” para que nuestro ser interior sea transformado (ver Efe. 3:16).
Platón tiene razón: voluntariamente no hay poder en nosotros para llegar a ser buenos. En cambio, sí podemos aceptar que Dios nos ayude a ser genuinamente buenos. Esta es su promesa: “Yo les daré fuerzas y avanzarán en mi nombre” (Zac. 10:12, DHH). La versión Reina-Valera 1995 (RV 95) dice “caminarán en mi nombre”. Ese caminar no será el resultado del miedo al castigo, sino de que Dios nos ha fortalecido.
54 Platón, Republic, Loeb Clasical Library (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2013), p. 121.