Ofrendas de consagración
“El sacerdote lo quemará todo sobre el altar como ofrenda quemada de aroma agradable al Señor” (Levítico 1:9).
Vamos a aprender el propósito de la ofrenda de consagración. También se la conoce como el holocausto u ofrenda quemada. Esta ofrenda representaba el compromiso total de la persona con Dios.
Cuando la persona entendía el amor y la misericordia de Dios, iba al Santuario para dedicar una ofrenda a Dios. La característica más importante de esta ofrenda es que se quemaba en su totalidad. El adorador ponía la mano sobre la víctima, representando que se identificaba con el sacrificio; luego, el adorador le transmitía al animal su dedicación absoluta a Dios. Por eso se la quemaba por completo. El adorador decía en su corazón: “Así como todo el animal es ofrecido a Dios; así me entrego completamente a ti, mi Dios”.
Con esta ofrenda, el adorador reconocía que Dios entregó todo, no una parte; que cuando Jesús desarrolló su ministerio en esta Tierra se entregó por completo. El sacrificio de Cristo fue tan perfecto que Dios dijo que fue como una ofrenda perfecta de aroma agradable ante el trono celestial: “Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios” (Efe. 5:2). Dios espera que nosotros nos identifiquemos con Cristo del todo, que no nos guardemos una parte de nuestro corazón o pensamientos para seguir a los demás.
Hoy el Señor espera que seamos sacrificios vivos para él. Nuestras ofrendas, nuestro servicio, nuestras oraciones y alabanzas: todo esto asciende al trono como ofrenda agradable. El apóstol Pablo lo entendió así: “Les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer” (Rom. 12:1).
Entonces, nuestra influencia no solo tendrá un aroma agradable ante Dios, sino también en nuestro entorno. Y así, nuestra compañía será tan agradable como el aroma de una fina fragancia (2 Cor. 2:14, 15).