El mejor orador
Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla! Juan 7:46.
Algunos dicen que Demóstenes fue el mejor orador de la antigüedad. Era tartamudo y superó su problema con mucho esfuerzo y estudiando a los mejores de su tiempo. Otro gran orador fue Abraham Lincoln y es cierto que hasta hoy su discurso de Gettysburg es relevante para los norteamericanos. William Churchill fue uno de los más destacados. Desde joven pensaba que, entre los talentos otorgados a los hombres, el de la palabra era el más destacable. Y lo puso en práctica. También se podría incluir en la lista a Nelson Mandela, Ronald Reagan o Barack Obama. En las charlas TED, muy de moda en Internet, el orador más escuchado es Sir Ken Robinson (41 millones de visualizaciones en 2016). Pero nadie habló como Jesús. Demóstenes tenía método pero Jesús era el método. Lincoln tenía principios pero Jesús era el principio. Churchill tenía visión histórica pero Jesús hizo historia. Mandela, Reagan y Obama movieron masas pero Jesús salvó personas. Robinson fue creativo pero Jesús es el Creador (y tiene tricentrillones de visualizaciones en el universo).
Elena de White nos da las claves de su secreto: “Las palabras de Cristo no contienen nada que no sea esencial. El Sermón del Monte es una producción maravillosa; sin embargo, es tan sencillo que hasta un niño puede estudiarlo sin dejar de comprenderlo. El Monte de las Bienaventuranzas es un símbolo de la elevación espiritual en la cual siempre se hallaba Cristo. Cada palabra que pronunciaba provenía de Dios, y hablaba con la autoridad del cielo. ‘Las palabras que yo os he hablado –dijo– son espíritu y son vida’ (Juan 6:63). Su enseñanza está llena de verdad ennoblecedora y salvadora, con la cual no se pueden comparar las más altas ambiciones humanas y las más profundas investigaciones. Él comprendía la terrible ruina que amenazaba a la raza, y vino para salvar almas por su propia justicia, trayendo al mundo definida seguridad de esperanza y completo socorro” (Consejos para los maestros, p. 404). No solo eran palabras, era la Palabra.
A nuestra escala, podemos hablar como Jesús. Tenemos a nuestro alcance un mensaje sencillo y esencial. Tenemos la posibilidad de conectar con un Dios que siempre está disponible para nosotros. Tenemos la sensibilidad para comprender a los pecadores porque lo hemos sido. Y, más aún, de compartir la gracia porque, con Jesús, la hemos alcanzado.
Tenemos la oportunidad y, aunque no pasemos a la historia por nuestras palabras, podemos rehacer historias gracias a la Palabra.