Abre mis ojos, Señor
“¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos!” 2 Reyes 6:16, NTV.
Israel y Siria seguían atacándose. Siria mudaba su campamento para asaltar inesperadamente, pero Dios informaba a Eliseo y este lo hacía saber al rey de Israel, así se adelantaban a la emboscada. Dios utiliza a sus fieles para advertir del peligro; si escuchas las advertencias, puedes prepararte. Descansa segura en que Dios conoce tu futuro. Nada que tramen contra ti escapa a la vista de Dios.
El rey de Siria sospechó que alguno de sus hombres de confianza estaba vendiendo sus secretos de Estado. Al enterarse de que era Eliseo quien transmitía al rey de Israel lo que ellos acordaban en secreto, envió un batallón para sitiar la residencia del profeta. Los enemigos reconocen que los fieles de Dios contamos con una protección especial. Cuán torpes son quienes pelean contra Dios, sus profetas y su pueblo. ¡Que tus enemigos sepan que cuentas con un Dios poderoso!
El criado de Eliseo se levantó una mañana y descubrió que no solo la casa sino toda la ciudad estaba sitiada por el ejército sirio. Se llenó de miedo y le preguntó a su señor: “¿Qué vamos a hacer ahora?” (2 Rey. 6:15, NTV). Olvidó las bondades de Dios en el pasado.
No hay dolor ni pena que sufra cualquiera de los hijos de Dios que están en la tierra sin que el grande y tierno corazón del Padre sienta compasión por el que está en necesidad. Dios aún responde a las necesidades de sus hijos y obra en favor de ellos. No pasa un solo día sin que el Señor intervenga en los asuntos de los que claman a él para suplir sus necesidades. El tiempo de los milagros no ha terminado. Puede no haber un Eliseo presente, pero Dios, a su manera, obra en favor de sus hijos que confían en él (2CBA, p. 879).
Eliseo oró para que su siervo viera los ángeles protectores (vers. 17), y su miedo se esfumó. Hay realidades que no pueden verse con los ojos físicos. Cuando enfrentes dificultades que parecen infranqueables, recuerda que los recursos celestiales sobreabundan, aunque no puedas verlos. Si no los ves, es porque tú no sabes verlos, y no porque el poder de Dios no esté ahí, presente.
“El más débil hijo de Dios, aparentemente solo y olvidado en la tierra, nunca necesita temer de fuerza alguna que el enemigo pueda enviar contra él. Con Dios a su lado, su fuerza será mayor que la de las más potentes huestes del mal” (2CBA, pp. 880, 881).
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