Dios defiende su honor
Este les dijo: “Esto es lo que van a decirle a su señor: ‘El SEÑOR dice: No tengas miedo de las palabras que has oído, los insultos que dijeron contra mí los siervos del rey de Asiria’ ”. 2 Reyes 19:6, PDT.
Fui llamada por mi supervisora por haber hecho pública mi fe. Había mencionado el nombre de Dios en mis conversaciones laborales. Prometí ser más prudente. Pasaron unos meses y llegó el día de la reunión anual, para la cual alquilaron el campamento adventista de la Asociación. La primera actividad consistía en compartir algo de nuestra vida personal con cada compañero de trabajo. Éramos treinta. ¡Nadie podía detenerme de compartir mi experiencia! Empecé con una sonrisa: “Creo que Jesús viene pronto. La Biblia es mi guía de conducta. Disfruto mi vida cristiana…”, etcétera. A la directora del programa le dije: “Amo a Jesús con todo mi corazón y me encanta hablar de él”. Seguí: “Voy de misionera al África”. De esa persona ¡hasta recibí ayuda financiera para mi viaje misionero! Mantén tu fe firme, y Dios abrirá puertas donde parecen estar todas perpetuamente cerradas.
Ezequías llegó al trono de Judá después de su padre Acaz. Hizo lo recto ante los ojos de Dios (2 Rey. 18:3); limpió el país de la idolatría. Pero el rey asirio se levantó para instigar a Judá contra Ezequías (vers. 29). Las amenazas incluían deportación, destrucción y opresión. El pueblo no respondió a la provocación; instruidos por el rey Ezequías, guardaron silencio. El silencio es oro; espera que Dios te indique el momento oportuno para callar o para hablar.
Los mensajeros del rey de Asiria menospreciaron el honor de Dios, poniéndolo al nivel de los dioses paganos. Dios dijo a Ezequías: “No tengas miedo”, y puso en Senaquerib, rey de Asiria, un espíritu de miedo que lo haría regresar a su patria aterrado y confundido. Ezequías fue al templo a orar para que el honor de Dios fuera restablecido: “Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra, que solo tú, Jehová, eres Dios” (2 Rey. 19:19). Aquella noche se produjo la victoria: 185.000 soldados murieron del ejército enemigo (vers. 35).
“Esto se aplica no sólo a las naciones que se levantaron contra Dios en los tiempos antiguos, sino también a las naciones de hoy que no cumplen el propósito divino” (PR, p. 271).
Pon tu angustia y miedo en las manos de Dios, y espera. Dios te dará la salida y, por honor a su nombre, defenderá tu causa.