Llamada a ser restauradora
Colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde. Esdras 3:3.
La gente de Judá y de Benjamín regresaron después de setenta años de exilio babilónico. Renovaron los servicios del templo que habían sido interrumpidos cuando Jerusalén fue destruida por Nabucodonosor. Para celebrar el retorno, realizaron una santa convocación el primer día del año nuevo judío. Como primer acto oficial, se reconstruyó el altar. Habían determinado no caer nuevamente en el pecado de la indiferencia y la idolatría.
El gozo, los cantos de alabanza y los gritos de alegría se mezclaron con la voz del llanto de los ancianos que recordaban con melancolía la antigua gloria del templo de Salomón (Esd. 3:12, 13). La hostilidad de las ciudades vecinas era notoria. Muchos habían ocupado parte de Judea durante el exilio, y por mandato del rey Ciro debían devolver esas tierras a sus legítimos dueños. De modo que el regreso de los judíos era molesto e indeseable para ellos, aun más cuando se enteraron de que los judíos recién llegados no permitirían otro culto en sus tierras sino el del verdadero Dios. Aunque tenían el permiso del rey, se suscitó una seria oposición que llenó de miedo a los recién llegados. A pesar de los riesgos, siguieron con el proyecto, y el miedo se esfumaba a medida que progresaban en la construcción del altar; y al final celebraron la victoria (vers. 11).
No todos los exiliados regresaron; muchos habían crecido y prosperado, se habían casado, y para sus hijos Babilonia era el único hogar que conocían. No estaban dispuestos a dejar sus salarios bien pagados y su vida social para irse a pasar penurias en su tierra natal. Se perdieron el honor de trabajar con Dios en la obra de restauración.
Tú también eres llamada a restaurar: tu familia resquebrajada, tu relación de pareja, o una iglesia dividida. Empezar esta obra no es atractivo, pero es muy satisfactorio. Todos tenemos una segunda oportunidad para volver a empezar. Dios es un Dios de oportunidades, sus misericordias son nuevas cada mañana. S
i decides convertirte en restauradora, Dios te promete: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. […] En las tinieblas nacerá tu luz y tu oscuridad será como el mediodía” (Isa. 58:8-10).