Satanás pierde una batalla
Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Job 2:3.
Es Satanás y no Dios quien desea nuestra desgracia. La vida de Job tenía un sólido fundamento. A pesar de haber perdido a sus hijos, sus pertenencias, y el apoyo de su esposa, siguió confiando en Dios. Cuando perdemos todo y aún nos queda Dios, tenemos todo lo que necesitamos.
Satanás perdió la primera batalla: Job reconoció la soberanía de Dios sobre lo que había recibido de sus manos. Demostró que podemos amar a Dios por quién es y no por lo que nos da. Su mayor prueba no era el dolor y la pérdida sino su incapacidad de comprender por qué Dios lo permitía. Los cristianos no estamos exentos de tribulaciones, y aunque muchas veces no podamos comprender la razón de las circunstancias que enfrentamos, estas nos ayudan a redescubrir a Dios en nuestras vidas. Los ataques de Satanás están limitados por la voluntad de Dios y por la actitud con que respondemos.
¿Puede Satanás persuadir a Dios de que cambie sus planes respecto a nosotros? La bondad de Dios es inalterable. Dios permitió a Satanás desarrollar su plan malévolo porque confiaba en que Job saldría ileso, y porque su carácter de amor y justicia divina estaba en juego ante la hueste celestial. Job enfrentó tan severa prueba sin entender la razón y con un extendido silencio divino. Cuando un alumno está presentando una prueba en la escuela, el maestro está en silencio, pero presente.
¿Cuál debiera ser nuestra actitud ante las pruebas? Cuando Jesús vivía sus últimos días como ser humano en esta tierra y describió a los discípulos la prueba que enfrentaría, nos legó un modelo a seguir cuando enfrentamos alguna tribulación. Los discípulos escucharon con tristeza y asombro las palabras de su Maestro; el anuncio de su sufrimiento y su muerte parecía incomprensible. Pedro entendió más tarde el propósito del sufrimiento: “Estimados hermanos, no se sorprendan con la dolorosa prueba por la que están pasando como si fuera algo extraño. Más bien, alégrense de compartir los sufrimientos de Cristo para que estén llenos de alegría el día en que él aparezca en su gloria” (1 Ped. 4:12, 13, PDT).
Cuando resistimos la prueba con buena actitud, obtenemos la victoria sobre Satanás.