Derrota en Hai
“Josué y los ancianos de Israel rasgaron sus ropas y se echaron polvo sobre la cabeza en señal de dolor; luego se inclinaron ante el arca del Señor tocando el suelo con la frente” (Josué 7:6).
La celebración por la victoria en Jericó no le duró mucho tiempo a los israelitas. Fueron derrotados en Hai, una ciudad mucho más pequeña que Jericó. Treinta y seis soldados murieron. Tanto Josué como el ejército no le habían dado mucha importancia a esa ciudad. ¡Qué gran lección! No importa el tamaño del desafío, sino que Dios te acompañe. Jericó era un gran desafío, y vencieron porque Dios iba con ellos. Hai era un pequeño desafío, y fueron derrotados porque Dios no iba con ellos.
Josué cometió el error de no consultar a Dios antes de atacar a Hai. Por iniciativa propia, envió a algunos espías y luego escuchó sus sugerencias. Ellos estaban tan seguros de la victoria que ni siquiera consideraron llevar todo el ejército. Calcularon que con tres mil hombres podían conquistar la ciudad. Esa era la opinión de los espías. Aunque el versículo 1 cuenta por qué perdió Israel, en ese momento ni Josué ni nadie imaginaba la razón. Si Josué hubiera consultado a Dios, entonces le hubiera dicho que antes de avanzar había que limpiar al pueblo de la desobediencia.
El responsable de la derrota se llamaba Acán. Desobedeció al tomar en Jericó algo que le correspondía a Dios. El versículo 21 explica por qué actuó así: “Entre las cosas que tomamos en Jericó, vi un bello manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Me gustaron esas cosas, y me quedé con ellas, y las he enterrado debajo de mi tienda de campaña, poniendo el dinero en el fondo”.
Acán codició. Pero la codicia se convirtió en acción cuando lo tomó; es decir, robó. Luego, pensó que podía escapar de la vista de Dios y esconder lo robado. Un error lo llevó a otro, y a otro más. ¿Te parece inteligente? Mejor, elijamos siempre obedecer a Dios y confiar en que él nos dará lo que necesitamos, y más.
