“El autor y consumador de la fe”
“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1, 2).
Aunque ya han pasado varios años de su inesperada partida, el mundo deportivo sigue recordando la muerte de Kobe Bryant. Todavía recuerdo ese fatídico momento cuando Hasel, mi hijo, con ojos llenos de asombro me dijo: “Papi, murió Kobe”. Creo que el mundo inmortalizará a Bryant como lo que fue: uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Entre otras cosas, también yo lo recordaré por algo que supe tras su fallecimiento. El exLakers visitaba la iglesia con frecuencia, “se sentaba en la parte de atrás de la iglesia para que su presencia no distrajera a la gente de centrarse en la presencia de Cristo”.
¿Alguna vez hemos centrado toda nuestra atención “en la presencia de Cristo”? Es decir, ¿hemos puesto nuestros ojos completamente en Jesús? En estos días, cuando nuestro mundo se fija obstinadamente en lo que es visible a nuestros ojos, ¿tendríamos tiempo para centrarnos en la presencia de Cristo, que no podemos ver?
Tras comparar la experiencia espiritual con la vida de un atleta, el autor de Hebreos nos hace esta gran recomendación: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:1, 2).
Hebreos 11 ya había hecho mención de los grandes héroes de la fe. Hombres y mujeres que realizaron proezas inimaginables; personas a las que “el mundo ni siquiera merecía” (vers. 38); vidas que merecen ser emuladas por todos los que aspiramos a alcanzar el éxito que rebasa los límites de este malogrado planeta.
Sin embargo, a pesar de tener esa gran nube de testigos, atletas que alcanzaron la cumbre de la vida terrenal y espiritual, no debemos hacer de ellos el centro de nuestra atención. “Fijemos nuestra mirada en Jesús”, es el consejo inspirado. No permitamos que nada nos distraiga del personaje más importante del universo: nuestro Señor Jesucristo. Nos toca correr la carrera que nos llevará a la vida eterna mirando al Invisible. Y para alcanzar la meta eterna, necesitamos adquirir esa fortaleza que resulta de fijar nuestra atención en Jesús.
Kobe no solo tenía visión en el terreno de juego, también en el ámbito espiritual: se quedó atrás para que la gente se concentrara en Cristo.