El Salmo gemelo – 3a parte
Confío en Dios y no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre? Salmo 56:11, DHH.
“Roma se exasperaba más y más por causa de los ataques de Lutero, y de entre sus enemigos más fanáticos, y aun de entre los doctores de las universidades católicas, hubo quienes declararon que no se imputaría pecado a quien matase al monje rebelde. Cierto día, un desconocido se acercó al reformador con una pistola escondida debajo de su manto y le preguntó por qué iba solo. Lutero respondió: ‘Estoy en las manos de Dios; él es mi fuerza y mi escudo. ¿Qué puede hacerme el hombre?’. Al oír esas palabras el extraño palideció y huyó como de la presencia de los ángeles del cielo” (CS, p. 150).
Aférrate a Dios, tu única fuente de fortaleza, en cada obstáculo, y tus miedos se evaporarán. “Demandan poco, cuando podrían pedir mucho, por cuanto no tienen límite las promesas de Dios” (HAp, p. 465).
La jefa del programa me llamó a su oficina: algo había dicho o hecho de lo cual tendría que retractarme. Oré antes, y entré. Me llamó la atención por haber mencionado el nombre de Dios durante mis horas laborales, y por haber mostrado un cuadro de Jesús en uno de mis audiovisuales. Pedí disculpas respecto a la figura, y con valor le dije: “Con relación a mis palabras, es imposible dejar de mencionar a Dios, pues él es parte de mi vida cotidiana. Uso expresiones como ‘si Dios quiere’, o ‘con la ayuda de Dios’ ”. Ella aceptó mi inocencia y mi explicación. Salí de la oficina agradecida del poder de Dios.
Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales. No es voluntad de Dios que su pueblo esté cargado de preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos dice que no habrá peligros en nuestro camino. No es su propósito sacar a su pueblo del mundo de pecado e iniquidad, sino que nos señala un refugio que nunca falla (PP, p. 299).
Deja que Dios se glorifique en cada uno de tus miedos.