El Dios que controla tempestades
¿A mí no me temeréis? dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará? Se levantarán tempestades, mas no prevalecerán; bramarán sus ondas, mas no lo pasarán. Jeremías 5:22.
Llegó el día de las conferencias evangelizadoras en Pinar del Río, Cuba. El auto modelo 1950 había respondido muy bien a pesar del aguacero. Esperamos frente a la iglesia a que pasara la tormenta. Oramos para que la lluvia cesara, ¡y cesó casi de inmediato después de la última oración! El servicio eléctrico se había interrumpido, y solo había llegado la persona encargada del sonido, quien nos sugirió que canceláramos. “He sido entrenada para predicar incluso a las bancas vacías”, contesté, mientras que con una linterna que cargaba entre mi equipaje empecé a instalar la computadora y el proyector. Cuando terminé, apunté donde estaba la lámpara principal de la iglesia con mi linterna y dije en voz alta: “Padre Eterno, todo está listo, solo falta que prendas la luz”. ¡En ese instante la luz apareció! Me arrodillé con quienes estaban llegando y adoramos al Dios de los milagros.
A diferencia de la actitud que tuvo el pueblo de Dios en tiempos de Jeremías, nosotras hoy necesitamos aprender a temer al Dios de las tempestades. Ellos “no dijeron en su corazón: Temamos ahora a Jehová Dios nuestro, que da lluvia temprana y tardía en su tiempo, y nos guarda los tiempos establecidos de la siega” (Jer. 5:24). Los judíos habían perdido el respeto al Dios todopoderoso. El capítulo 5 de Jeremías describe la terquedad, hipocresía y desobediencia descarada de la nación. Una degradante corrupción gubernamental y eclesiástica sustituía la adoración al verdadero Dios. Su comportamiento se degradó tanto que Jeremías hizo una comparación: “Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo” (vers. 8). Habían insistido tanto en actuar como los pueblos gentiles que en consecuencia servían a los paganos en una tierra idólatra. Los líderes religiosos guiaban al pecado.
Representa dignamente a Dios en tu comunidad, y prevalece donde aquella nación fracasó. Fuimos creados para adorar a Dios, quien nos dejó un vacío para ser llenado solamente por él. Pero Satanás, envidioso de la adoración, insiste en llenarlo con miedo, y se apropia de este como una forma de adoración a su majestad satánica. Deambulamos entre dos miedos: o temblamos de reverencia ante la presencia de Dios, o nuestra vida se llenará de cualquier miedo.
¡Reverencia al Dios que pone límites al mar y controla la violencia de los abismos!