Colaboradores
Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. 2 Corintios 6:1.
Durante siglos, ciertas funciones de la iglesia se han institucionalizado generando estereotipos o valores de clase. Nadie duda de la necesidad de pastores, ancianos, diáconos, directores de Jóvenes o de Ministerio Personal, pero qué pasa con el resto de la congregación… ¿Tiene un rol pasivo? No es ese el concepto que el Nuevo Testamento ofrece del miembro de iglesia. Por eso no cesa de enfatizar acerca de los dones y los talentos con los que está constituido el cuerpo de Cristo. Todos tenemos algo que aportar.
Una función que me parece que nos da a todos esa oportunidad de ser activos es la de colaborador. En muchos textos del Nuevo Testamento, sobre todo en relación con Pablo, aparece esta función y tiene una notable relevancia. En unas ocasiones se los llama “consiervos” (sindulos) y en otras “cotrabajadores” (sinergós), pero se identificarían con lo que nosotros llamamos colaborador. Filemón, Tito o Epafrodito tuvieron esas responsabilidades, aportaron mensaje y ayudaron a las personas. Priscila y Aquila se comprometieron tanto en sus colaboraciones que llegaron a exponer sus vidas por Pablo (Fil 4:2, 3). El mismo Pablo llega a afirmar que sus nombres estaban escritos en el Libro de la Vida. Algunos fueron famosos como Apolos, y otros anodinos como Clemente. Estaban los que tenían que ajustar sus relaciones como Evodia y Síntique, y los que apostaban por los perdidos como Bernabé. Todos, sin embargo, tenían un objetivo en común; en palabras de Pablo, el de “confirmaros y exhortaros respecto a vuestra fe, a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones” (1 Tes. 3:2).
Me parece muy ilustrativo que hable de confirmar y exhortar en la fe, y no haga ninguna referencia a enjuiciar, etiquetar o reprender. Quizá porque estos últimos verbos sean función de Alguien que puede leer las intenciones del corazón y comprender los contextos. Alguien como Dios. Me parece, además, que ya hay trabajo de sobra confirmando y exhortando la fe de los nuestros, ¿no crees?
La iglesia es un proyecto de compañerismo, de colaboración. Todos nos ayudamos entre todos. Una palabra amable confirma la fe de muchos porque genera la atmósfera de la Tierra Nueva.
Un gesto generoso y cariñoso exhorta porque toca con tanta pureza el interior que despierta el ánimo. Un acto de apoyo en los problemas rebaja las ansiedades porque nos sentimos acompañados. Todos somos iglesia, todos somos necesarios; y, cómo no, tú también. Necesitamos tu colaboración porque es significativa y hace verdadera iglesia.