Comprobación empírica
Buscad a Jehová y vivid. Amós 5:6.
Hay cosas que estudias de pequeño y que tienes la oportunidad de comprobar personalmente a lo largo de la vida. Por ejemplo, el efecto Coriolis, esto es, que el agua que sale por un desagüe gira hacia un lado o hacia otro según el hemisferio en el que te encuentras. Lo comprobé empíricamente la primera vez que llegué a Argentina, y efectivamente, giraba al revés que en España. Otro ejemplo, había oído del mal de altura o soroche. Sabía que afectaba a muchos extranjeros que viajaban por Perú debido a la falta de oxígeno que se produce a esas alturas. Lo comprobé empíricamente en Cuzco, cuando intenté subir de la Plaza de Armas a un museo antropológico que está apenas a doscientos metros de aquel lugar. No podía llegar, literalmente no podía, por el soroche. Un último ejemplo de lo aprendido en la niñez: la vida cristiana necesita de experiencia con Cristo. Te aseguro, después de años de vivencias religiosas, que si Jesús no es tu mayor pasión, das vueltas de forma equivocada y te asfixias espiritualmente.
Ya lo decía Elena de White: “Por medio de la fe contemplamos a Dios aquí y ahora. En la experiencia diaria discernimos su bondad y compasión en las manifestaciones de su providencia. Lo reconocemos en el carácter de su Hijo. El Espíritu Santo toma la verdad acerca de Dios y el Ser que él enviara y la abre al entendimiento y el corazón. El limpio de corazón ve a Dios con un parentesco nuevo y cariñoso, como su Redentor; y mientras discierne la pureza y el encanto de su carácter, anhela reflejar su imagen. Lo ve como un Padre anheloso de abrazar a un hijo arrepentido; y su corazón se llena de alegría indecible y gloria plena” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 29).
No se puede respirar solo cuando nos apetece. Puedes comprobar empíricamente que, si respiras solo cuando te apetece, acabas asfixiándote. No se puede comer solo cuando nos apetece. Puedes comprobar empíricamente que, si comes solo cuando te apetece, acabas con desórdenes nutricionales. No se puede amar solo cuando nos apetece. Puedes comprobar empíricamente que, si amas solo cuando a ti te apetece, las relaciones no perduran. Y si es así, ¿por qué nos dejamos inspirar por el Espíritu Santo solo cuando nos apetece? ¿Por qué nos nutrimos de Jesús solo cuando nos apetece? ¿Por qué “amamos” a Dios solo cuando nos apetece?
Es evidente que tendremos que variar alguna de nuestras apetencias. También es evidente que todavía hay mucho y bueno por experimentar.