Gente “detox”
Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Isaías 1:17.
Uno de los libros más vendido en los últimos años en la temática de la autoayuda es el de Bernardo Stamateas, Gente tóxica. Con suma claridad y sencillez identifica a aquellas personas que, de tanto en tanto, se cuelan en nuestra vida para amargarla. Empieza con los meteculpas y continúa con los envidiosos, descalificadores, agresivos, falsos, psicópatas, mediocres, chismosos, autoritarios, neuróticos, manipuladores, orgullosos y quejosos. ¡Vaya! Toda una colección de gente peligrosa.
Algunas veces he pensado cómo puede coexistir este tipo de personas con los valores del cristianismo. ¿Cómo leer lo de “No he venido a juzgar este mundo” y pasarse el día creando sentimientos de culpa? ¿O “Acerquémonos con corazón sincero” y vivir en la ficción de las mentiras? ¿O “[Añadid] a la piedad, afecto fraternal y al afecto fraternal, amor” y criticar constantemente? Algo falla, porque estas situaciones son disonantes.
Quizás es que no hemos terminado de comprender que hemos sido llamados a ser gente detox, personas que aportan sanidad. Hemos sido llamados a ser agentes de liberación allá donde se encuentre un meteculpas. A enseñar a admirar en lugar de a envidiar. A recordar dones y talentos donde los descalificadores hayan etiquetado. A curar las heridas de los agresivos. A deslumbrar con la verdad donde reine la mentira. A llamar a los psicópatas por su nombre. A motivar a la excelencia frente a los desanimadores. A hablar la verdad y recordar la maldad de los maledicentes. A resituar a los autoritarios. A calmar neuróticos. A desenmascarar a los manipuladores. A desinflar a los orgullosos y a instruir a los quejosos en el arte del reclamo. ¡Fuera toxinas! ¡Viva la salud espiritual!
En la época de Isaías, los formalistas controlaban las actividades religiosas. Por un lado estaban los formalistas más conservadores, los legalistas; por el otro, los más liberales, los ilegales. A fín de cuentas, a favor o en contra, gente de letra sin espíritu, gente tóxica. Y Dios manifiesta con claridad que no le agradan en absoluto sus formas vacías de contenido, que eso no es lo que a él le gusta. Les propone ser gente detox y aprender a hacer el bien. Cuatro cuestiones legales bien cargadas de empatía (una de las virtudes de la gente detox): buscar el juicio (¡ojo, meteculpas!), corregir al opresor (¡ojo, descalificadores, agresivos, autoritarios y manipuladores!), pleitear por el huérfano (¡ojo, desanimadores!) y defender a la viuda (¡ojo, chismosos!).
Dios nos sugiere que aprendamos a hacer el bien, y si eres de los que se llevan esta asignatura a finales, ¡aprueba, que ya es hora!