Abiam
“¿No saben ustedes que el Señor, el Dios de Israel, entregó el reino a David y a sus descendientes para siempre mediante una alianza irrevocable?” (2 Crónicas 13:5).
Abiam fue hijo de Roboam y se convirtió en rey de Judá. Reinó solo tres años. Aunque la descripción que la Biblia hace de él es negativa, porque menciona que siguió la costumbre de su padre en cuanto a la idolatría, Dios lo protegió a él y a su ejército de forma milagrosa. A pesar de sus errores, Abiam le recordó al reino del norte cuál era el plan original de Dios para mantener a la nación unida. ¡Qué hermoso! Dios bendijo a su pueblo aun cuando sus dirigentes no estaban haciendo lo correcto.
Abiam fue al monte de Semaraim, en el territorio de Efraín, y desde allí dio un discurso que empezó con el versículo de hoy. En primer lugar, Abiam le recordó al pueblo que el plan original era la unidad de la nación. Abiam luego les recordó algunas razones espirituales para animarlos a la unidad; por ejemplo, que en el norte mantenían la idolatría en la figura de dos becerros, pero en el sur tenían el sacerdocio establecido por Dios para adorarlo de manera correcta en el lugar apropiado.
En ese momento, Jeroboam aún era el rey del norte. Como era de esperarse, este discurso no le agradó y decidió atacar a Abiam con un ejército de 800.000 hombres. Aunque Abiam también estaba listo para una guerra, su ejército contaba solo con 400.000 combatientes. ¡La mitad!
El ejército de Jeroboam rodeó al de Abiam. Entonces, Abiam oró a Dios, el ejército gritó y todos los combatientes de Jeroboam huyeron.
En consecuencia, 500.000 hombres del ejército de Jeroboam murieron (2 Crón. 13:14-18). Por supuesto, el milagro de Dios le dio la victoria a Judá. Y a pesar de que los argumentos de Abiam eran correctos, al señalar los errores del reino del norte, él mismo siguió adorando a ídolos y viviendo en los mismos errores que señaló en sus vecinos (1 Rey. 15:3). ¡Qué ironía!