Cubiertos por la neblina
“Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad” (Juan 12:46).
¿Alguna vez te has levantado temprano para ir a la escuela, y al salir de casa o al abrir la ventana te encontraste frente a un “humo” blanco que lo cubre todo? Es la niebla. Es un fenómeno atmosférico, resultado del encuentro de la humedad del aire con las bajas temperaturas. Lo mismo sucede con las nubes: la condensación del vapor de agua. Una niebla muy densa puede causar algunas molestias. La falta de visibilidad aumenta el número de accidentes en las carreteras, e incluso provoca la cancelación de vuelos en los aeropuertos.
Así como la niebla nubla nuestra visión y no nos deja ver lo que hay unos metros más adelante, el pecado distorsiona las cosas, encubre las consecuencias, y no nos deja ver claramente lo que está bien y lo que está mal: “Es solo una pequeña mentira”, “Nadie está mirando”, “No tienes que obedecer”. Cubiertos de engaño, los pequeños errores comienzan a sentirse normales.
¿Cómo podemos deshacernos de eso? Solo la presencia de Dios puede disipar la niebla que nos impide ver la verdad sobre el pecado. Caminando con él tendremos una visión completa y nítida, y estaremos seguros para decir: “No” a las trampas del mal. ¿Estás cubierto por esta niebla? ¿Necesitas ayuda para ver mejor? Pide a Dios que vaya delante de ti, despejando la niebla y mostrándote el camino correcto.