Tal y como estamos
Y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo. Hechos 2:21.
Era un domingo por la mañana, lo recuerdo perfectamente, y estaba pintando el escenario de una obra de teatro. Llevaba puesta ropa de trabajo y alguna que otra mancha de color la marcaba. No era nada inusual, sobre todo en mí, que tengo cierta tendencia a pintar y pintarme. Llegó el profesor y me pidió hablar un momento. Nos fuimos a un lugar apartado y me dijo que había sido propuesto como secretario de una asociación universitaria, que si aceptaba la responsabilidad. Acepté, por supuesto, pero no sabía que iba a ser presentado al grupo de asociados en breves instantes. Fue todo tan rápido, que no me dio tiempo a asearme y así, con la ropa de trabajo, me llevaron a la reunión. He de ser sincero, estaba más preocupado por las manchas de mis pantalones que por el acto en sí. Lo pasé mal porque pensaba que no iba a tono con el ambiente. Tiempo después lo comprendí, no estaba allí por la ropa que llevaba sino por lo que podía aportar como persona.
En nuestra vida espiritual pasa lo mismo. Estamos más preocupados por cómo estamos que por la oportunidad que tenemos. En este sentido, Elena de White dice: “Si percibes tu condición pecaminosa, no esperes a hacerte mejor a ti mismo. ¡Cuántos hay que piensan que no son lo suficientemente buenos para ir a Cristo! ¿Esperas mejorar con tus propios esfuerzos? ‘¿Puede el etíope cambiar el color de su piel, o el leopardo sus manchas? Así, tampoco podrán ustedes hacer el bien, estando habituados a obrar el mal’ (Jer. 13:23). Solo Dios puede ayudarnos. No debemos esperar persuasiones más fuertes, mejores oportunidades o temperamentos más santos. No podemos hacer nada por nosotros mismos. Debemos ir a Cristo tal como somos” (El camino a Cristo, p. 30).
Vamos hacia el carácter de Cristo, y al caminar nos llenamos de polvo, sufrimos las inclemencias, nos desanimamos. Es normal, son las condiciones propias del viaje de la vida cristiana. Pero no dejamos de caminar. No esperamos a estar impolutos para avanzar. Avanzamos tal y como estamos porque lo importante es caminar con y hacia Jesús. El libro de los Hechos lo afirma con rotundidad: solo tenemos que pedir ayuda a Dios para ser rescatados.
Lo de mis manchas de pintura solo es una anécdota. La verdadera historia es que Dios me permitió colaborar. Lo mismo es contigo. No importa cómo estés, es una anécdota, entrégate a Jesús. Pídele ayuda, e instantáneamente estarás construyendo la historia de tu vida.