Te presento a Matthew Gamble – parte 4
“Ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna” (Rom. 6:22, NVI).
Tompaul: ¿Y finalmente conseguiste descubrir cuál es el propósito de la vida?
Matthew: Sí. El propósito de la vida es encontrar aquello en lo que realmente puedes creer. Si crees en Jesús, ¿crees lo suficiente en Dios como para hacer lo que él pide? Para mí, la vida consiste en conectarnos con el Creador y crecer espiritualmente, al punto de estar dispuestos a dejar nuestro egoísmo, incluyendo nuestros planes y aspiraciones, para que los planes que Dios tiene para nosotros se hagan realidad.
Tompaul: ¿Qué hizo Dios por ti? ¿Cómo cambió tu vida?
Matthew: Siento que Dios borró la pizarra de mi vida y me dio un nuevo comienzo. Me ha llevado a lugares que nunca habría soñado. Cuando tenía veinte años y entré a una iglesia adventista por primera vez, jamás imaginé que sería pastor y predicaría las buenas nuevas de Jesús en todo el mundo. Me trajo a un entorno en el que vivo y ministro a otros en su nombre. El objetivo es que me vuelva cada vez más abnegado. Me siento más cerca y más utilizado por Dios cuando mis ojos no están puestos en mí.
Pero esta es una lucha continua. El día que me bauticé se lo dije a Dios: “No quiero pecar más. Permite que mis pecados mueran. Quiero ser un hombre nuevo”. Diez días después, vuelvo a caer en el pecado, luchando contra la lujuria y otros aspectos egocéntricos de mi vida. ¿De qué me sirve entregar mi vida a Jesús si sigo pecando? Creo que Dios nos permite pasar por diferentes luchas. No creo que él quiera que sigamos pecando, pero en el proceso de revelarnos su bondad, nos permite desarrollar el carácter a través de la lucha.
En este momento, si Dios quisiera, podría eliminar todos mis pecados de un plumazo. Pero tengo que decirle: “Soy pecador, lo reconozco. ¿Qué debo hacer ahora?” La realidad es que Jesús quiere que aparte la mirada de mí mismo. Cuanto más mantenga mi mirada fija en Jesús y no en mi pecado, mi comportamiento o mis fallas, más me acercaré a él.
¿Nos miramos a nosotros mismos para torturarnos con lo malos que somos, o confiamos en Jesús a pesar de lo que somos? He ahí el dilema. Que Dios nos ayude a descifrarlo.