Festero
Entonces Hageo, el enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. Hageo 1:13.
Hageo es uno de esos libros de la Biblia que no se conoce demasiado. Se sitúa en el período de la restauración del Templo, tras el exilio. Es, como sucede en otros momentos de la historia, un profeta que trabaja a la par con otro. En su caso, Hageo sería un profeta de edad que es coetáneo de Zacarías, un profeta joven. La misión de Hageo es la de animar en la reconstrucción del Templo de Jerusalén. Por su edad, se supone que lo había conocido antes de ser destruido. El significado de su nombre deriva de la palabra “fiesta”, y sería algo así como “mi fiesta”. Ya sabemos que no siempre coincide el nombre con la persona pero, tras leer el libro, lleno de exhortaciones y de ánimo, me lo imagino jovial.
He vivido muchos años en la provincia de Valencia (España), lugar de gentes abiertas. Debido al clima y a la luz, la vida social en la calle es muy común e importante. A los valencianos les gusta hacer fiestas; por esa razón, ellos mismos se definen como “festeros”. No hay domingo que no te despierten con petardos o con desfiles de múltiples tipos. La fallas de Valencia son el ejemplo más típico. Y me admira cómo convierten lo adverso en una oportunidad de hacer fiesta, de buscar lo positivo entre lo negativo.
Hageo era así. No negaba lo negativo, pero lo afrontaba con una actitud “festera”. No le importaban las adversidades, si se tomaban con el espíritu adecuado y se ponía manos a la obra. ¿Se imaginan a este anciano simpaticón ante el pueblo gritando que Dios estaba con ellos? Su primer mensaje fue de tal intensidad que aquellos que estaban solo por arreglar el chalé de los fines de semana (casas artesonadas, dice la Biblia) se motivaron e hicieron coincidir sus agendas para empezar a trabajar el día 24 del mes sexto del segundo año del rey Darío. Y aquello fue una verdadera fiesta, porque el Señor estuvo con ellos.
Necesitamos “Hageos” de tanto en tanto. Gente que nos recuerde que participar de los proyectos de Dios es una verdadera celebración. Gente que nos motive a ver más allá de lo último en decoración para la sala de nuestra casa. Gente que nos reúna con otra gente para desarrollar actividades de bien. A lo mejor nos tienen que despertar con algún “petardo”, a lo mejor solo necesitamos una palmadita en la espalda.
Sea como fuere, Dios se apunta. Él sí que es festero.