Un gran amigo
“Y todo lo que ustedes, al orar, pidan con fe, lo recibirán” (Mateo 21:22).
A los siete años, lo que él más deseaba era ese juguete. Estaba muy ansioso por divertirse con él. Imagina la alegría cuando el papá le entregó la caja envuelta para regalo. A partir de ahí, no lo soltó. Jugaba en la mesa del almuerzo, a la hora de acostarse o en los paseos a la casa de su abuela, que vivía en la otra cuadra.
Y en uno de esos paseos sucedió todo. Falta una pieza, pensó sin poder creerlo. Pero, si estaba aquí hasta hace un momento, dijo mirando a su alrededor. Miró a su alrededor, bajando su cuerpo para ver más de cerca. Nada. Entristecido por haber perdido la parte del juguete que tanto deseaba, oró con sinceridad: “Señor, perdí la pieza. Por favor, ayúdame a encontrarla”. Cuando abrió los ojos, allí estaba, tirada en el camino. Unos años más tarde, hablando con su abuela, el niño, que ya era casi un adolescente, contó esta historia.
–¡Qué pedido de niño! Esa ni siquiera era una razón para orar –dijo avergonzado.
La abuela, inmediatamente, no estuvo de acuerdo:
–¡Claro que lo era! Dios es tu mejor Amigo, y puedes hablar de todo con él. El juguete era importante para ti.
¿Qué es importante para ti hoy? ¿Es algo que parece demasiado pequeño? No importa lo que sea, Dios es tu Amigo en las cosas grandes y las pequeñas. Confía en él.