“Dios con nosotros”
“Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel (que significa: ‘Dios con nosotros’)” (Mateo 1:23).
Søren Kierkegaard escribió un breve relato que ilustra muy bien lo que el evangelio quiere transmitir cuando dice que Dios está con nosotros. Kierkegaard cuenta que un rey estaba muy enamorado de una joven humilde que vivía en una pequeña y pobre aldea de su reino. Un día, el rey decidió declararle su amor a la plebeya, llevarla al palacio y ataviarla con vestidos preciosos y joyas finas. Pero cuando ya estaba a punto de poner en marcha su plan, pensó para sí: “¿Y ella me amaría?” Llevarla al palacio mediante el uso de la fuerza no garantizaba que la joven llegara a amarlo. Luego pensó que lo mejor sería llegar a la aldea montado en un regio caballo, rodeado de la imponente guardia real. La joven se sentiría aplastada por semejante manifestación de gloria, y entonces él la tomaría, la convertiría en su amante, y la haría una igual a él. “¿Pero ella me amaría?”, se preguntó una vez más.
Finalmente, el rey escogió una tercera opción. En esta opción no elevaría a la doncella, pero tampoco la aplastaría; más bien escogió descender él a la esfera de la muchacha. Se vistió como si fuera un sencillo campesino, y adquirió una identidad distinta a la gloria que le rodeaba en el palacio. Renunció a su trono para ganarse el amor de la persona amada. Qué comparación tan adecuada respecto a lo que el Rey del cielo hizo por nosotros en su encarnación.
El pecado generó una desigualdad radical entre Dios y la raza humana. Dios era rico, nosotros, pobres; Dios era fuerte; nosotros, débiles; Dios era rey; nosotros, plebeyos. ¿Qué podría hacer el Creador para recuperar el amor de sus criaturas? Pues por amor a nosotros se hizo como nosotros; es decir, se hizo humano. Y lo hizo cubriendo la inmensidad de su divinidad con el manto andrajoso de nuestra humanidad.
Él se hizo “Dios con nosotros” (Mat. 1:23). A Dios con nosotros lo podemos encontrar al visitar a los enfermos, al consolar a los presos, al compartir con el que tiene necesidad. Jesús se encuentra donde están los que necesitan a un Dios cercano a sus problemas y carencias.
En la sencillez de nuestras ocupaciones diarias encontraremos pruebas irrefutables de que, desde aquella noche en Belén, Dios está con nosotros.
Bueno es Dios