Deja tu marca
“Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11:1).
¿Acaso Pablo es un gran soberbio? Miren cómo comienza este capítulo: nos dice que seamos imitadores de él porque él lo es de Cristo. No obstante, no es la soberbia la motivación que lo impulsa. Él quiere que todos lo imitemos en su imitar a Cristo. Así, este también es nuestro deber. Es nuestro deber, pues otros nos están observando.
Luego menciona cuál debe ser la postura de la mujer en la iglesia. Él trata con algunas cuestiones culturales, pero un principio queda claro: en el Señor, ni la mujer es independiente del hombre, ni el hombre es independiente de la mujer. De hecho, hombre y mujer son criaturas y Dios es el Creador.
Pablo nos recuerda que debemos celebrar la Cena del Señor con responsabilidad y conciencia. ¡Cuidado con jugar con cosas serias! La Cena del Señor es un momento de intensa reflexión personal, pues los símbolos de los cuales participamos están directamente relacionados con el cuerpo de Cristo, y con su sacrificio y su muerte.
Dos grandes lecciones se destacan en el capítulo 11:
1. Somos representantes de Cristo.
2. El hombre y la mujer tienen papeles diferentes, pero eso no los hace ni superiores ni inferiores el uno con respecto al otro.
Estos pájaros veloces viven en el suroeste de los Estados Unidos y en el norte de México. El correcaminos vive con “su esposa” toda la vida, y se dice que esta ave corredora es un cristiano maravilloso, porque por dondequiera que corra deja impresa en la tierra la cruz de Cristo, debido al trazado de sus dedos.
Pablo dice que somos los representantes de Cristo. Elena de White lo confirma: “Somos los representantes de Cristo en la Tierra. ¿Cómo cumplimos nuestra misión?” (Consejos sobra la obra de la Escuela Sabática, p. 82). Billy Graham decía que “nosotros somos las Biblias que el mundo está leyendo y los sermones que la gente está escuchando”.
Hasta un simple correcaminos nos ilustra la necesidad de vivir fielmente, dejando las marcas de la Cruz a cada paso.