¿Encajar o pertenecer?
“Solo eres libre cuando te das cuenta de que no perteneces a ningún lugar, de que perteneces a todos los lugares, que es lo mismo que no pertenecer a ninguno”. Maya Angelou
Necesitamos pertenecer a algo más allá de nosotras mismas. Pero ¿qué significa “pertenecer”? ¿Significa tener amigos? ¿Jugar en un equipo? ¿Formar parte de una iglesia compuesta por personas que creen igual que yo? ¿Tener una familia unida? ¿Apoyar una causa más grande que una misma? ¿Significa, acaso, no sentirnos nunca solas? ¿Será que una persona que a menudo se siente sola no ha desarrollado un sano sentido de pertenencia?
Brené Brown, doctora en Sociología y autora, escribió al respecto algo que me hizo darme cuenta de que yo estaba equivocada en mis conceptos sobre este tema.15 Ella afirma que lo opuesto al verdadero sentido de pertenencia no es la soledad, sino el deseo y el intento de encajar. Paradójico, ¿verdad? Encajar significa observar a un grupo de personas y preguntarnos: “¿Cómo necesito vestirme, cómo tengo que hablar, de qué manera he de comportarme, qué debo cambiar para que me acepten?”. Intentar encajar implica dejar de ser lo que una es para gustarle a alguien que deseamos que nos acepte en su grupo. Hacer lo que sea necesario para encajar significa, en esencia, traicionarnos a nosotras mismas y perder nuestra identidad. Pertenecer, en cambio, parte de la base de ser una misma y ser querida y aceptada por lo que una es, sin necesidad de cambiar.
Dondequiera que estemos, solo podremos desarrollar un verdadero sentido de pertenencia en la medida en que no traicionemos lo que somos en Cristo para ser aceptadas por otros. Es de ahí, de ese amor propio derivado del amor de Dios, que parte un sentido equilibrado de nuestra identidad personal, de nuestras relaciones con los demás y del saber estar en el mundo. En el momento en que renuncio a lo que soy para ser aceptada, dejo de pertenecer a ningún sitio. En la medida en que renuncio a mi manera de pensar, dejo de ser libre y me imposibilito para pertenecer de verdad, limitándome apenas a encajar (que es un modo de autoengañarme).
Es relativamente fácil ser quienes los demás quieren que seamos; lo que requiere valentía es ser una misma. ¿Ya sabes quién eres en Cristo? ¿O al menos estás intentando responder esta pregunta? Cuando lo hagas, estarás más cerca de descubrir adónde perteneces.
“Uno dirá: ‘Yo soy del Señor’, otro se llamará descendiente de Jacob, y otro se grabará en la mano: ‘Propiedad del Señor’, y añadirá el nombre de Israel al suyo propio” (Isa. 44:5).
15 Braving the wilderness (Nueva York: Penguin House, 2017), cap. 2
Yo soy hija del rey ; del Dios muestro, Jehova de los ejércitos, es su nombre, amen