Cuando la amistad termina
“Dios me libre de enemistades de amigos”. Lope de Vega
Hablábamos ayer de lo importante que son el dominio propio con nuestras palabras y la discreción con las cosas privadas, tanto para generar la confianza en la que se basa una verdadera amistad como para conservar esa amistad a lo largo del tiempo, sabiendo que es auténtica y no falsa. Hoy quiero hablarte de la discreción que hace falta cuando una amistad termina.
La amistad no es algo estático, sino dinámico, y sucede a veces que dos mujeres que fueron mejores amigas terminan, por causa de un malentendido, un enfado o una experiencia negativa, no solo distanciándose y rompiendo los lazos que las unían, sino hablando mal la una de la otra, contando lo que se les confió en privado mientras duró el lazo que las unía. Es terrible constatar que se puede pasar de ser amigas íntimas a enemigas públicas; y más triste es ser testigos de la falta de discreción de una de las partes, o de ambas. Es triste porque se convierte en una batalla campal, ¿y quién quiere ser testigo de una batalla y, mucho menos aún, pelearla?
Bien dijo Lope de Vega: “Dios nos libre de enemistades de amigos”, porque esa sí es una experiencia dolorosa para todos, propios y extraños. Y da un terrible testimonio del cristianismo. Por eso, si alguna vez terminas una amistad, no la conviertas en enemistad; mantente digna, conservando privado lo que debe ser privado. Sé fiel a ti misma, al regalo que la vida te dio (aunque ahora no te parezca tal), y a los principios de la Palabra de Dios.
Quiero añadir otro aspecto a esta cuestión de las amistades-enemistades. Lo resumo en una frase al estilo Lope de Vega: Dios nos libre de hacer amistad por el mero hecho de tener enemigos comunes. En el Nuevo Testamento se cuenta que “aquel día, Pilato y Herodes, que estaban enemistados, se hicieron amigos” (Luc. 23:12). Eso sucedió cuando no sabían qué hacer ante la presión de los dirigentes judíos por matar a Jesús. A veces, en la vida, sucede que las personas se hacen “amigas” porque tienen un enemigo (o un conflicto) en común, y lo que las une es hablar mal de terceras personas. Cuidado, si te estás acercando a alguien porque le cae mal la misma persona que a ti, aléjate de la tentación de iniciar una amistad, porque lo que ustedes tienen no es real. No tienen ninguna base sobre la cual construir.
“Aquel día, Pilato y Herodes, que estaban enemistados, se hicieron amigos” (Luc. 23:12).