De raíz
“El hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego” (Luc. 3:9).
En su afán por diferenciarse del mundo, los cristianos a veces cometen los mismos errores que tratan de evitar. Hace poco vi a una señora en la iglesia increpar a una no adventista por llevar collar; mientras en la televisión los cantantes usan aretes que cuestan más que mi automóvil. Me parece que ambos prestan demasiada atención a lo externo.
El cristianismo tiene un largo historial de hacer que sus seguidores se ajusten a normas. “Córtate el cabello”. “Escucha solo esta clase de música”. Pero cuando leemos la Biblia, descubrimos que en ella nadie se ajusta al molde. Tomemos, por ejemplo, a uno de sus personajes más llamativos: Juan el Bautista.
A Juan lo habrían expulsado de la mayoría de las iglesias hoy, no solo por su manera de vestir; su boca también lo habría llevado a meterse en problemas. En una época marcada por revueltas en plena ocupación extranjera, su mensaje de arrepentimiento y perdón atraía a multitudes. Como Juan tenía la atención de las masas, los líderes religiosos acudieron a ver qué estaba pasando. Pensaron que tal vez podrían aprovechar la popularidad de Juan para sus propios objetivos. Pero Juan los recibió con estas palabras: “¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor, y no vayan a decir entre ustedes: ‘¡Nosotros somos descendientes de Abraham!’; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham” (Luc. 3:7, 8).
Juan también les dijo. “El hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego”. Esas palabras sí son cortantes. Pero eso era lo que Juan quería. Pegar manzanas en un árbol no lo hace manzano. Lo que hay dentro es lo que cuenta.
No podemos cambiar a alguien arrancando lo que no nos gusta de él. Solo el Espíritu Santo puede cambiarnos, y siempre comienza desde la raíz, no desde las hojas.