Una parábola moderna
“Si no crees en Dios, la cuestión ‘¿cuál es el propósito de la vida?’ resulta incontestable. ¿A qué dirección mandarás la pregunta?”. Tolkien
¿Qué te parece una parábola moderna para comenzar el día? Así como Jesús expresaba sus enseñanzas en parábolas, hoy vamos a recurrir a una historia simbólica para ilustrar una enseñanza moral. Ya sé que los camellos no hablan y todo eso, así que a lo mejor tiene más sentido si le pones tu nombre al protagonista de la historia. ¿Arrancamos? Vamos allá.
El cristianismo se parece a una conversación que una vez tuvieron un camello y su mamá camella:
—Mamá, ¿por qué tenemos estas cuatro patas tan anchas? —preguntó el camellito con curiosidad.
—Porque nosotros, los camellos, tenemos que caminar kilómetros por la arena del desierto. Por eso, para que no nos hundamos, Dios nos dotó de estas patas tan anchas —le explicó su mamá.
—¿Y por qué tenemos estas pestañas tan largas? —quiso saber también el hijo.
—Porque en el desierto hay muchas tormentas de arena; así que, tener las pestañas largas es algo que nos protege para que la arena no nos entre a los ojos —le contestó, pacientemente, su mamá.
—¿Y por qué tenemos estas jorobas? —preguntó una vez más el camellito.
—Porque tenemos que caminar días y días sin pasto por el desierto. Por eso, Dios nos dio estas jorobas para que almacenemos la energía que nos permita hacer esos largos viajes sin repostar.
—Mamá, otra pregunta más, entonces ¿qué estamos haciendo aquí, en el zoológico, en vez de estar en un desierto de arena?
Lo primero es situarnos. ¿Crees en Dios? ¿Eres cristiana? Si es así, no hay duda de dos cosas: estás en el camino correcto y Dios tiene un propósito para ti. Lo segundo es descubrir tu potencial. Si tienes patas anchas, cejas largas y joroba, úsalos, ponlos en práctica, porque en ese caminar coherente con lo que eres están el sentido y la felicidad de la vida. No te equivoques pensando que serán otras cosas las que te harán feliz a cambio de sacrificar lo que realmente eres. Tu felicidad es el camino, es la convicción de que estás donde tienes que estar, cumpliendo el propósito que debes cumplir y siguiendo al Padre sin despegarte de él. Lo tercero es asegurarte de no cambiar tu lugar en el mundo —por más que a veces te pueda parecer un desierto— por ningún zoológico en el que se atrofien las virtudes de las que Dios te ha dotado y pierdas tu razón de ser.
“Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba” (Mat. 13:34).