Pide ayuda
“Oye mis gritos cuando te pido ayuda” Salmo 28:2.
Cindy y Vance estaban muy emocionados cuando un joven guacamayo llegó como mascota a casa. Creían que este pájaro de colores brillantes comenzaría a hablar en poco tiempo.
Le dieron a César, así es como lo llamaron, algún tiempo para que se acostumbrara a su nueva casa y después empezaron a repetirle frases cortas poco a poco. A cambio, César silbaba y a veces graznaba fuertemente. Tras unas semanas de silbidos y graznidos, César empezó a murmurar. Repetía ese murmullo confuso una y otra vez, pero ninguno de los sonidos tenía sentido, así que Cindy y Vance se rindieron y simplemente disfrutaron de sus murmullos, silbidos y graznidos.
Un día, cuando llegaron a casa, escucharon a César decir claramente: “¡Ayuda! ¡Por favor, que alguien me ayude!”. Entonces Vance le dijo a Cindy: “Sus primeras palabras… ¿y quiere que alguien lo rescate?”.
Escucharon cómo el guacamayo seguía pidiendo que alguien lo ayudara. Luego, escucharon una voz débil que venía de fuera de la casa: “¡Por favor que alguien me ayude!”.
Claramente, alguien estaba pidiendo ayuda. Mientras Cindy llamaba a una ambulancia, Vance se puso el abrigo, agarró una linterna y salió por la puerta. Siguió la voz por la calle hasta que llegó a un antiguo almacén. Al entrar, encontró a un anciano que se había caído y no se podía levantar. Pronto llegó la ambulancia.
Mientras el anciano recibía ayuda de las personas de la ambulancia, Vance le contó el milagro que acababa de suceder. Gracias a que Vance y Cindy escucharon a César, pudieron ayudar a aquel hombre. Nuestro Salvador, Jesús, siempre nos escucha cuando le pedimos ayuda. Incluso si solo estamos susurrando.
Dee
