El salmón nunca se rinde
“Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar” Juan 14:3.
¿Conoces la ciudad donde naciste? Te voy a hablar de un tipo de pez muy especial que no solo sabe dónde nació, sino que también sabe cómo volver allí.
Los salmones recuerdan el olor del arroyo donde nacieron y hacen todo lo posible por volver allí para aparearse. Su sentido del olfato es tan grande que pueden oler el arroyo donde nacieron desde el océano.
Saltan cascadas, luchan contra fuertes corrientes, pasan por lugares estrechos y recorren miles de kilómetros solo para volver a casa.
A veces no lo consiguen porque se encuentran con una presa que les bloquea el paso o porque entran en un arroyo que se ha secado por falta de lluvia. Pero, si no encuentra obstáculos, un salmón siempre dejará el océano y nadará río arriba para volver al arroyo donde nació.
Emily era solo una niña cuando su familia decidió trasladarse a África como misioneros. Emily lloró cuando se tuvo que despedir de sus amigos Kristen y Johnny.
Una de las mejores cosas del Cielo es que cuando lleguemos allí, ¡estaremos en casa! En el Cielo, Emily y sus amigos podrán jugar, jugar y jugar. El versículo de hoy nos recuerda que Jesús dijo que iba al Cielo a preparar un lugar para que vivamos con él. Un nuevo hogar para ti, para tu familia y para todos los que acepten la invitación de Jesús.
Sé como el salmón y nunca te rindas. Cuando te levantes cada mañana, pídele a Jesús que entre en tu corazón. Él se quedará contigo todo el día.
Vicki