El valor del servicio abnegado
«El Rey les contestará: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron”» (Mateo 25: 40).
La ciudad de Birmingham, Alabama, Estados Unidos, posee dos estatuas que contrastan. La primera es la mayor estatua de hierro fundido del mundo llamada Vulcano. Esta escultura se encuentra sobre la cordillera Red Mountain que domina la ciudad. Vulcano es un reflejo de las raíces de este pueblo en la industria siderúrgica.
La otra estatua está en un parquecito cerca del centro de la ciudad. Está tallada en mármol y representa a un ministro presbiteriano, con el rostro vuelto hacia arriba, arrodillado en oración. Por casi medio siglo se le conoció en Birmingham como el Hermano Bryan. Oraba con la gente en todas parte: en el hogar, en los hospitales, en las cárceles y hasta en la calle. No era un gran predicador, pero era muy amable y servicial. Era pastor y amigo de todos.
De los contrastes de estas dos estatuas podemos aprender grandes lecciones. Realizar constantemente acciones heroicas en busca de reconocimiento o alabanza no es sinónimo de vivir para Jesús. Lo que realmente importa es tener una vida de servicio abnegado por el Maestro, son las cosas pequeñas realizadas con amor y fidelidad, es la bondad con que tratamos a los demás sin distinción de clase social ni de condición económica. La verdadera amistad no se demuestra con actos ocasionales de bondad, sino mediante el trato y el servicio constantes que brindamos, especialmente en momentos de necesidad.
Sin bien es cierto que Vulcano se halla en la cordillera Red Mountain, a la vista de los habitantes de Birmingham, está más lejos de las personas; mientras que, la estatua del Hermano Bryan, en el centro de la ciudad, recuerda un legado que toca el corazón de sus ciudadanos. Tratar a los demás como lo haría Jesús nos acerca al corazón de las personas y también al corazón de Dios. Jesús nos recuerda: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron» (Mateo 25: 40).
Y tú, ¿qué tipo de servicio brindas? ¿Uno que busca el reconocimiento y la alabanza o uno que tiene a Jesús como modelo? Ser «siervo de Dios y amigo de la humanidad» es el único camino que conduce al cielo.