Talento y humildad
«El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de su desgracia no quedará sin castigo» (Proverbios 17: 5).
Cuando niño, el gran compositor y músico alemán Franz Schubert sufrió las burlas y vejaciones de sus compañeros. En una ocasión, cuando tenía doce años, no pudo dormir la noche anterior a la prueba de admisión para la academia de canto. Al amanecer ya estaba en pie buscando la ropa que se iba a poner. Aunque deseaba mucho tener un traje nuevo, no podía darse ese lujo con el pobre salario de su padre, que era maestro de escuela. Siendo el decimocuarto hijo, tenía que conformarse con la ropa que dejaban sus hermanos mayores.
—¡Te ves muy bien! —le dijo su madre mientras le servía el desayuno—. ¡Espero que todo salga bien!
—¡Por supuesto que le irá bien! —observó su padre—. ¿Acaso no conoce bien todas las escalas musicales?
—Y tiene una voz de ángel —agregó su esposa.
Su felicidad duró poco cuando fue recibido por las burlas de los demás niños. Algunos formaron grupitos para reírse de él, y al mismo tiempo señalaban sus ropas bastante gastadas y ajustadas.
Franz sintió un gran alivio cuando comenzaron las audiciones. A pesar de la vergüenza que le habían hecho pasar los otros niños, cantó las escalas perfectamente y pudo leer a primera vista, sin fallar, la música que se le presentó. Imagínate cómo debieron sentirse sus burladores cuando Franz fue el único escogido para unirse al coro.
Debajo de las humildes ropas, había un niño con talento excepcional y profundos sentimientos. Antes de su muerte, a los treinta y un años, Schubert había escrito más de seiscientas composiciones musicales.
La gente no ha cambiado mucho en los últimos doscientos años. Todavía les gusta burlarse del infortunio de los demás. Espero que tú no seas uno de ellos. Cuando te sientas tentando a burlarte de los demás, recuerda lo que dice Proverbios 17: 5: «El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de su desgracia no quedará sin castigo». En cambio, sigue el consejo de Jesús: «Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo» (Lucas 6: 36).