Rey de reyes
“Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad” (Mateo 6:10).
En la Oración Modelo, más que darnos palabras para memorizar y repetir, Cristo nos da pistas para conocer a Dios y para que aprendamos a relacionarnos con él. Una de las pistas es que Dios es el Rey. No un rey, sino el Rey. Dios tiene un Reino, y todas las personas que le aman de corazón vivirán un día en ese Reino.
Cuando Jesús nos enseña a pedir al Padre que venga su Reino, nos está diciendo que reconozcamos cada día una realidad que es fácil olvidar: que el mundo en que vivimos no es como Dios quería que fuera. Algo sucedió que lo cambió todo; ese algo es el pecado. Invocar el Reino de Dios en nuestras oraciones es pedirle que nos enseñe y nos ayude a vivir aquí y ahora de tal manera que tengamos en mente la vida que viene después. La clave de un paso por este mundo que tenga sentido es pasar de tal manera que estemos sembrando para cosechar eternidad.
“Venga tu reino” es una forma de decirle a Dios que nos agrada cómo gobierna, que creemos que es la manera más conveniente para la felicidad de todas las criaturas, y que estamos seguros de que con él seremos felices. Al decirnos que Dios es el Rey, Jesús nos enseñó que Dios es soberano. No hay ley, persona o institución a la que Dios se someta. Él es su propia autoridad, es la ley, y es autosuficiente, porque su autoridad no es derivada de otro. Sus decisiones y acciones son siempre justas, correctas e inapelables.
No sería correcto pedir en oración que venga el Reino de Dios si no estamos dispuestos a decir también: “Sea hecha tu voluntad”. Reconocer su autoridad sobre nosotros como rey implica reconocer su derecho a dirigir nuestras vidas, a ordenar nuestros caminos, a disciplinarnos y a decidir nuestro presente y nuestro futuro. Queremos que se haga su voluntad porque confiamos en que es la mejor para los ciudadanos del Reino.
En el Padrenuestro Jesús nos enseña que Dios anhela que sus hijos pongamos nuestros ojos y nuestro corazón en las cosas de arriba; y, mientras tanto, vivamos aquí abajo como sus súbditos. Debemos vivir para su gloria, obedecerlo gozosos, y proclamar su amor y sabiduría a todos los moradores de este mundo.
Las expresiones “venga tu reino” y “sea hecha tu voluntad” nos recuerdan que el Señor establecerá su Reino, y su ley de amor será la garantía de la felicidad eterna de todos los que le hayamos escogido como Rey.