Ciérrenle la boca
“Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado” Salmo 4:8.
Elfriedle Van Hindenburg era una perrita salchicha miniatura. La llamábamos Friedle para abreviar. Sus cortitas patas marrones, su largo cuerpo, sus suaves orejas colgantes y sus preciosos ojos marrones hacían que fuera la perrita favorita de cualquiera que la conociera.
A Friedle le encantaba acampar, y nunca se alejaba del campamento. A menudo, había que mandarla callar, porque no entendía que la gente que paseaba cerca de “su” campamento tenía el mismo derecho a estar allí que nosotros. Y pobres de los animales callejeros que se le acercaran. Los ladridos agudos los ahuyentaban rápidamente.
El Parque Nacional de Yosemite era uno de nuestros lugares favoritos. Una vez montada la tienda y desenrollados los sacos de dormir, siempre había tiempo para dar largos paseos o sentarse alrededor de una cálida hoguera. A la hora de dormir, Friedle se arrastraba hasta el fondo de uno de los sacos y ahí se quedaba durmiendo toda la noche.
Una noche nos despertaron unos ruidos fuera de la tienda. Parecía que estaban abriendo la nevera. Entonces nos dimos cuenta de que habíamos desobedecido una importante norma del país de los osos, guardar los alimentos en recipientes a prueba de osos y lejos de la tienda. Nos habíamos olvidado y allí teníamos un oso. Oramos por nuestra seguridad, y para que Friedle durmiera tranquilamente durante la visita del oso y no se pusiera a ladrar. Por suerte, Friedle siguió durmiendo y el oso se marchó.
Aunque no habíamos obedecido las normas, nos arrepentimos y pedimos la ayuda y protección de Jesús. Te aseguro que no volveremos a cometer ese error.
Dee