Matutina para Adultos, Lunes 03 de Mayo de 2021

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Fe, esperanza y amor

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).

Ya hemos visto que los demás dones van a pasar, porque el propósito por el cual se otorgaron habrá concluido; pero hay tres que permanecerán para siempre 

La fe como experiencia de confianza. La esperanza como deseo y expectativa de aprendizaje y crecimiento; siempre habrá más para conocer, investigar y disfrutar. Pero el amor es el mayor, ya que es el que mejor describe a Dios. Amarlo ahora y amarlo por la eternidad será la ciencia de los redimidos 

El 2 de julio de 1816, la fragata francesa “Medusa” encalló a causa de una fuerte tormenta cerca de Marruecos, con 149 personas a bordo. No había suficientes botes salvavidas. Con restos del navío, algunos tripulantes construyeron una balsa. La tempestad los arrastró a mar abierto durante casi un mes. Sin rumbo, a la deriva en la balsa improvisada, los pocos náufragos que lograron sobrevivir enfrentaron una experiencia dramática que conmovió a toda Francia cuando fueron rescatados. Théodore Géricault (1791-1824), un célebre pintor y uno de los principales y primeros artistas del Romanticismo Francés del siglo XIX, impresionado por la experiencia de los sobrevivientes, dejó registrado ese evento extraordinario en un lienzo, que se encuentra en el Museo del Louvre, París. Se titula La balsa de la Medusa.

Para realizar esta obra, Géricault entrevistó a los náufragos, dialogó con los enfermos e incluso vio a los muertos. Impactado, reprodujo el momento previo al episodio culminante, cuando los náufragos avistaron el barco de salvamento. El cuadro presenta una combinación de figuras cuyos rostros y cuerpos plasman la angustia de aquel momento; toda una metáfora de la angustia de la vida. Es una expresión de realismo y contiene una notable minuciosidad de detalles. 

Se puede apreciar en los personajes del cuadro diferentes gestos que revelan las actitudes humanas ante la tragedia. Hay cuerpos sin vida; otros, sentados, con sus cabezas entre sus piernas, muestran todo su abatimiento. Pero, entre tanta tragedia, también están los que miran hacia el horizonte, desde donde viene el rescate. Se los ve con rostros esperanzados, ilusionados y fuertes. La razón puede errar y la voluntad puede claudicar. En cambio, la fe, la esperanza y el amor jamás se rinden, porque siempre esperan lo mejor, porque son capaces de esperar la salvación aun en medio de la peor tormenta. La esperanza es coraje y fortaleza, y provee fuerzas. Esta clase de esperanza nace en la confianza y el amor de Dios.

Como bien resumía Charles Spurgeon: “La fe sube las escaleras que el amor ha construido y mira por la ventana que la esperanza ha abierto”. 

Que esta fe, esperanza y amor permanezcan para siempre en tu vida.

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