Sean afables y apacibles
“Que el adorno de ustedes no consista en cosas externas, como peinados exagerados, joyas de oro o vestidos lujosos, sino en lo íntimo del corazón, en la belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo. Esta belleza vale mucho delante de Dios” (1 Ped. 3:3, 4).
Las personas con espíritu afable y apacible son amorosas, empáticas, mansas y dulces, entre muchas otras cualidades que poseen. La Biblia habla de estas cualidades al referirse a las mujeres cristianas. Sin embargo, cuando miramos la cultura moderna, nos damos cuenta de que las tendencias de la mujer están dirigidas a ser sexy, relegando a un segundo plano las cualidades espirituales y emocionales. Pareciera ser que, en el caso particular de la mujer, nuestra sociedad considera sus atributos físicos como valores supremos, en detrimento de los atributos espirituales y emocionales.
La afabilidad tiene que ver con los afectos, los sentimientos, los modales y la conducta. Esto es difícil de ver en muchas mujeres, a las que les gusta tener una conducta ruda, ser atrevidas y mostrar modales un tanto desfachatados. La mujer que decide proyectar esta imagen desconoce que la dulzura, la mansedumbre y el amor son atributos, recursos y dones de Dios para hacer frente a los desafíos naturales de la vida.
El porte santo, la elegancia y la prudencia de una mujer apacible y afable pueden mover corazones y mentes a la reflexión más profunda, lo que les permite llegar a acuerdos, aunque los ánimos estén alterados. Por eso hacen falta mujeres con estas cualidades, sobre todo ahora que la sociedad vive inmersa en turbulencias y temor. Estas mujeres son las que crean en su hogar un ambiente sereno y relajado, y lidian con la adversidad, teniendo la confianza de quien sabe que Dios la usará como un instrumento sanador y pacificador.
Si estás lejos de sentirte así, crea con voluntad un espíritu sereno e invita a Dios para que haga en ti lo que te resulta imposible hacer por ti misma. Ser mujer es un privilegio que no puedes desaprovechar. Saca lo bueno y lo mejor de ti; úsalo para tu felicidad, para el bienestar de los que te rodean y para la honra y gloria de Dios.